Ariadna Pastorini

Galería Florencia Braga Menéndez  (Buenos Aires) . Julio de 2006. Nº 225.

Ariadna Pastorini (1962) formó parte de los artistas que poblaron la escena artística de los años noventa,  cuando Jorge Gumier Maier creó la galería del Centro Cultural Ricardo Rojas. Allí surgió un grupo que abordó una estética ligada al kitsch, la ornamentación y la experimentación con diferentes materiales. Pastorini trabaja desde entonces con telas cosidas. Esa línea se encuentra hoy en ese punto de apertura, evidente en la incursión en ciertas obras que se asientan en el diseño de indumentaria, acercándose a la vez al campo de lo escultórico y del arte objetual. Son manifestaciones de “arte blando”, que producen imágenes donde el predominio de lo orgánico establece con el espectador un tipo de comunicación “cálida”. 

Las obras de Pastorini son diseños de un vestuario imposible de usar, porque la artista cancela la función del objeto al coser con un cierre una cartera, o armar chaquetas cuyas mangas no se pueden colocar. La sensualidad de las telas incita al espectador a tocar estos trabajos que a pesar de la cancelación de su funcionalidad, mantienen  el atractivo de los géneros que la artista selecciona. 

Un almohadón dorado con tela sintética, mangas de fieltro con tachuelas, objetos de peluche, y sensaciones como la suavidad de las texturas, la resistencia de la goma, la frialdad del vinilo; todo su repertorio de imágenes e impresiones recuerda a algo que ya no es, como la infancia de los juguetes de peluche o el fetichismo de la goma en la ropa. Pastorini siempre estuvo fascinada por la nostalgia del acontecimiento que ya pasó, y lo plasma en los materiales que fueron característicos en cada época. En esta muestra, la superposición de telas cosidas está unificada por pañuelos, un objeto que se reitera en cada trabajo. Viajando por Europa, recopiló pañuelos de los años sesenta, con diseños de mapas,  ciudades y monumentos. Son los souvenirs que los turistas se llevan como un documento o registro de los lugares que visitaron. Así, la artista arma los “souvenirs Pastorini” con los fragmentos de telas que fue encontrando en sus viajes. Con cierta mirada irónica, y también nostálgica, la artista nos revela el hábito de acopiar cosas para evitar el olvido de un momento que, con el tiempo, siempre termina envejeciendo mucho más que la intensidad efímera del simple recuerdo. 

POR LAURA BATKIS