Beto De Volder

(Galería Alberto Sendrós, Buenos Aires). Julio de 2004. Nº 205.

En una zona de Retiro, donde se respira aún la atmósfera del fervor de los años sesenta, Alberto Sendrós acaba de abrir su galería de arte. Está a pocas cuadras del Bar Baro, el mítico bar que fuera lugar de reunión de los artistas de la Nueva Figuración. La propuesta de Sendrós es dedicarse exclusivamente al arte contemporáneo. Sanacabeza es la muestra que actualmente presenta Beto De Volder. 

Artista de la década de los años noventa, De Volder fue parte del Taller de Barracas que la Fundación Antorchas creó en 1994, bajo la supervisión de Luis F. Benedit y Pablo Suárez. En sus primeras obras, el artista trabajó con todas las posibilidades relacionadas con el tema de los fluidos. Chorros de semen en resina sintética, el típico campeonato del lanzamiento de orina más largo con el que compiten los niños en la escuela y seductoras y fatales mujeres sirena. Poco a poco, su obra fue derivando hacia una modalidad más ornamental. En los “firuletes” (serie de curvas superpuestas) caladas en madera, usa los colores primarios, como una ironía sobre  los postulados purista de Mondrian y su dogmatismo sobre las líneas verticales y horizontales. De Volder crea sus cuadros – objeto que se ubican en la pared, como una instalación que puede ir cambiando a lo largo del tiempo. La actitud “participativa” que exige al espectador es más evidente en su muestra actual, realizada a partir del juego del rompecabezas pero partiendo de la idea del arte como una manera curar o sanar la cabeza (de allí el título de la muestra). De Volder usa las maderas que saca del calado del soporte y construye una imagen en diferentes colores. Cada pieza está imantada y apoyada sobre una chapa metálica. El espectador es invitado a desarmar las piezas y rearmarlas, como en los juegos de mesa. En la actualidad, el paradigma del arte “social” se ha instaurado como casi la única tendencia legitimada. De Volder propone pensar otra opción. En el mundo violento en el que vivimos, el artista rescata el carácter lúdico, decorativo y agradable de la producción artística, comentándonos que el arte puede ser un refugio feliz para tiempos de guerra.

POR LAURA BATKIS