Claudia Fontes – Instituto de Cooperación

Nº18. Octubre – Diciembre de 1995.

Durante el mes de junio, el Instituto de Cooperación Iberoamericana de Buenos Aires –que funciona bajo la supervisión curatorial de Laura Buccellato–, exhibió una muestra de Claudia Fontes. La artista está actualmente becada por la Fundación Antorchas para asistir al Taller de Barracas, una escuela de capacitación profesional para aquellos que trabajan en el ámbito del arte objetual y las instalaciones.

Fontes (1964) pertenece a la emergente generación del noventa en la Argentina. Esta define a un grupo de artistas que fundan su estética en una nueva subjetividad, que toma algunos postulados del arte conceptual pero sin desdeñar aspectos emotivos que ubican el discurso visual en el ámbito de lo privado.

Toda la exposición gira en torno del concepto de fatalidad de la tragedia. Cuando frente a determinado hecho está a punto de producirse un cambio crítico irreversible que involucra la continuación o la suspensión de la vida humana. Aquel momento en el que ya se sabe lo que va a pasar pero que todavía no pasa y entonces la acción queda por un tiempo como detenida en un lapso intermedio entre dos sucesos. Fontes congela ese breve instante y prolonga, de este modo, una espera indefinida. En Rara, como encendida, hay una máscara de ceniza que tiene por encima ubicado un pequeño ventilador inmóvil, como un parlante que emite el sonido del artefacto como si estuviera funcionando. Una cúpula de acrílico registra y a la vez protege ese momento previo a la desintegración. En un clima de refinada austeridad, todo está apenas sugerido. La soledad y la ausencia de un sentimiento errado y la fatalidad de desencuentro que desencadena una catástrofe. Es el caso de la obra que cita el drama literario de Romeo y Julieta. Un pedestal de mármol con la inscripción del nombre de la protagonista sostiene una almohada moldeada en jabón, sobre la que va cayendo una gota de agua justo en el lugar donde está la huella de la cabeza al apoyarse. El espectador asiste al proceso de transformación que se produce sobre la obra, que se va desgastando por el contacto del jabón con el agua. De esta manera, Fontes realiza una operación analítica de base conceptual estructurada en torno a la idea de intertextualidad. El texto visual proviene de otros textos, en ese caso de una fuente iconográfica literaria conformando un sistema reticular de significaciones, que se actualizan mediante el uso de la metáfora en el proceso de representación de la imagen. La huella, la almohada y el charco que se va formando aluden, metafóricamente, a Julieta Capuleto dormida, a quien su amante creyera muerta. La idea del pedestal que sustenta el retrato de una persona se repite en Feliz, feliz en tu día. En este caso, la artista sustituye con cierta ironía la tradicional cabeza de mármol por una de cera con pabilos de algodón, que se pueden encender y apagar como una torta de cumpleaños. Toda la muestra se acompaña por el sonido de unas toses que provienen de parlantes ubicados en fragmentos de ropa de mujer, que se mueven con un mecanismo de electromecánica que atraviesa salvavidas con agua que yacen por debajo de las vestimentas. El sonido que se reitera en forma continua y el movimiento sinuoso de los objetos van creando un clima de ansiedad frente al clamor angustiante de una mujer que se está ahogando. Finalmente, la belleza extraña de un pequeño estuche de violín de madera tallado por la artista, se contrapone con la asepsia inquietante de un tubo fluorescente que lo ilumina como un espacio de ritual funerario. Fontes genera con su trabajo una actitud performativa, una reflexión sobre la manualidad del escultor, que, tal como dice la artista, es en el contacto con el material cuándo se toman muchas decisiones.

POR LAURA BATKIS