Clorindo es una maza – Clorindo Testa

Año II, Nº 2. Otoño 1996.

Conocí personalmente a Clorindo Testa en el año 1991. En esa época yo trabajaba en la Galería Ruth Benzacar haciendo curadoría y montaje de exposiciones de arte. Lo que más me acuerdo del montaje de aquella exposición es que me resultó divertido. Nos reíamos mucho, tanto como yo como las demás personas que trabajaban en la galería. También me impresionó la manera en el que armaba sus obras, con absoluta espontaneidad. Por ejemplo, para la instalación de las “Láminas que faltaban en el inventario dibujado por el obispo Martínez Compañón sobre Trujillo del Perú en el siglo XVIII”, colocó tres sillas, agarró unos rollos de papel, los modeló con las manos y los puso encima de las sillas, en un acto que debe haber durado aproximadamente diez minutos. El resultado fue notable, no había duda de que en la muestra había tres monjas arrodilladas, asistiendo al funeral del obispo. 

Empecé a intuir que me encontraba enfrente un personaje muy especial; pensé “este hombre es cosa seria” o, como dirían los jóvenes de hoy, “Clorindo es una maza”. Y así empezó mi deslumbramiento. Intentando registrar y capturar cada instante de su presencia, lo llamé a Damián Roth para que filmara una visita guiada que Testa nos hizo a todo el equipo de Ruth Benzacar, unas horas antes de la inauguración de la muestra. Durante toda la visita guiada, Testa llevaba una taza de café turco de una manera muy poco convencional. Caminaba con el platito y el pocillo colocando encima su mano derecha, con los dedos cerrados en forma de espiral, formando una especie plana de apoyo, como una superficie de soporte natural. Probablemente este detalle fue la causa de que hoy no recuerde exactamente lo que Testa dijo en aquella ocasión, porque durante toda la charla yo estaba muy pendiente de ver cómo hacía equilibrio con la taza de café y en qué momento se iba a caer, cosa que nunca sucedió. Ahora se me ocurre que sigue siguiendo un sistema muy utilizado por de esta para crear sus obras, yo podría escribir un texto en homenaje al artista sobre “La taza de café turco derramada de Clorindo Testa durante la visita guiada en su exposición en el sótano de la calle Florida”. Como su serie de las explosiones, donde pinta la explosión de la Casa de la Moneda en Potosí; si bien nunca se produjo ese hecho, tuvo una forma de existencia en la imaginación de Belgrano, quien efectivamente dio la orden para su destrucción, quien finalmente no ocurrió por esas cosas raras que tiene la historia argentina. Cuando me mude a mi departamento de la calle Cerviño me compré un cuadro de C. T. que se llama “Esta es mi casa”. Para ese entonces comencé a realizar mi doctorado sobre el tema de “El uso de las fuentes históricas e iconográficas en el arte argentino contemporáneo”. Me gané una beca en el Fondo Nacional de las Artes y me puse a trabajar sobre la obra de Testa. Fue la excusa perfecta para frecuentar su estudio y conversar con él. Patricia Rizzo me ayudó a ordenar su archivo, y escribí un trabajo titulado “El arte como metáfora de la realidad histórica”. Allí expongo la manera en que Testa manipula fuentes iconográficas, el en el caso de “La fiebre amarilla” de Blanes, y actualiza el relato histórico mediante desvíos y falseamiento que producen nuevas formulaciones significativas que resultan operativas en el proceso de definición e identificación cultural de la historia argentina. 

Testa es uno de los hombres más inteligentes conocí en mi vida. Yo lo filmé, lo entrevisté, escribí sobre él y también poseo un cuadro suyo. Tengo un gato siamés que se llama Hamlet porque me gusta Shakespeare. Espero que Testa no se ofenda, porque estoy  pensando en comprarme otro gato y ponerle Clorindo. Va a ser otra forma de tenerlo cerca.

POR LAURA BATKIS