El Gobierno no entiende que la cultura es una llave para hacer grandes negocios – Nicolás García Uriburu

19 de julio de 1998.

La retrospectiva de Nicolás García Uriburu en el Museo Nacional de Bellas Artes abarca con 40 años de trayectoria, desde sus primeros cuadros informalistas, su etapa de pop art y la coloración de aguas, hasta su obra actual. En 1968 tiñó de verde un canal veneciano y saltó a la fama mundial. Ahora, dejando de lado sus numerosos premios y el éxito de su retrospectiva, confía su mayor preocupación: que la Argentina tenga una política cultural, como cualquier otro país en el mundo. 

Pregunta: -¿Por qué inauguró su muestra con el apoyo activo de Greenpeace?

Uriburu: -Porque tenemos un interés en común: la defensa de la ecología. Vinieron a mí inauguración por mis trabajos sobre preservación de las reservas naturales de Salta y Jujuy: son uno de los pocos bosques de montaña que quedan, y Techint y una empresa francesa quieren cortarla al medio con un gasoducto… 

P: -¿Cómo financió las coloraciones de aguas en todo el mundo? ¿Tuvo apoyo del gobierno?

U: -Soy llanero solitario, como la gente de Greenpeace. Todo lo que he pagado de mi bolsillo, con mucho esfuerzo, y a mis 40 años de carrera jamás tuve apoyo estatal. Pero eso les pasa a todos los artistas argentinos, aun los que se destacan internacionalmente: deben sus logros a su propia energía. Al viajar para exponer en el exterior, las embajadas te ignoran por completo. Quiero destacar que el único agregado cultural que realmente se ocupó de una verdadera gestión artística es Guillermo Gasió, cuando él estaba en la embajada Argentina de Japón. 

P: -¿Diría usted que la Argentina no tiene una política cultural?

U: -Es que no existe una política cultural dentro del presupuesto nacional que le dedica a la cultura el 0,030 por ciento, o sea nada: es un vuelto. Ahora el Gobierno dice “somos Primer Mundo”, pero es mentira. Un país es Primer Mundo cuando posee una identidad propia que se expresa a través de una imagen cultural que lo define. Acá no se entiende que los hechos culturales también son productos en un mercado de consumidores, y que éste es la llave de grandes negocios. Brasil se dio cuenta de esto. En la nota de Perfil le hizo a Fabio Magalhaes el miércoles 15, él explica claramente cómo lograron posicionarse mediante leyes de desgravación impositiva, y con el apoyo del gobierno arman las bienales. Hasta Cuba, que está en la indigencia total, tiene una política cultural con su bienal de arte. ¿Pero ellos avanzan y nosotros retrocedemos? 

P: -¿Y cómo hace para convencer al gobierno argentino de que la cultura genera empleos?

U: – Mostrando estos ejemplos de otros países. Fíjese el caso de Francia. Durante el gobierno de François Mitterrand, Jack Lang, su ministro de cultura, defendió el presupuesto de su cartera asegurando que a mediano plazo todo franco invertido en cultura daba la rentabilidad más alta. Al igual que Luis XIV o Napoleón al irse, Mitterrand dejó obras para la historia de la humanidad, como la Biblioteca Nacional y el reciclaje del Louvre, que triplicó la cantidad de visitantes. 

P: -Usted, que es arquitecto, ¿qué reformas propondría acá?

U: -Ahora van a privatizar la zona de Retiro… Yo haría un museo en la estación, aprovechando la estructura, como se hizo con el Museo d’Orsay parisino, que era una estación de ferrocarriles. Allí pondría todas las esculturas de primer nivel que están en los parques públicos, para por dejarlas del deterioro y que se vean. 

P: – ¿Cómo financió esta retrospectiva? Acá hay mucha plata… 

U: -El museo me pagó las invitaciones. Yo conseguí que Telefónica subvencione gran parte del catálogo, un desplegable para niños y la bandera con mi nombre que cuelga en la entrada. Un tercio del catálogo lo completó la Secretaría de Cultura. Los afiches de la calle son un canje por obra que hice con una empresa privada. Todo el resto, como los traslados y fletes, lo pagué yo. Incluso el televisor que pasan los videos lo traje de casa.

P: -¿Esto es habitual en usted?

U: -En la Argentina es la tónica general. En el Centro Cultural Recoleta, cuando yo expuse, tuve que regalar todas las bombitas de iluminación de mi sala. 

P: -¿Y usted hace algo más para superar estas carencias? 

U: -Sí, claro. Junto con Ruth Benzacar y Mauro Herlitzka, entre otros, y en su momento con el diputado Vanossi, propusimos cambios para la libre circulación de obras de arte y la de desgravación impositiva. Es absurdo que Eduardo Constantini no pueda hacer entrar al país un cuadro de Torres García porque el trámite le cuesta casi lo mismo que lo que pagó por él. Entonces está colgado en la casa del presidente uruguayo.

P: -¿Conforme con la retrospectiva? Vienen miles a verla. 

U: -Sí, es todo un éxito. Y me siento muy reconocido por el público. Es que yo siempre tuve esa prensa tipo “pintor casado con una modelo” de las revistas comerciales, pero pase inadvertido para los críticos especializados: para ellos, fui algo así como el hombre invisible durante 40 años.

POR LAURA BATKIS