El mundo recortado de Carolina – Carolina Antoniadis

Prólogo del catálogo de la exposición de Carolina Antoniadis en la Galería Ática, Buenos Aires. Inauguración: 2 de Abril de 1990

En el debate cultural del arte argentino de la última década, dominada por la diseminación lingüística y la quiebra de las concepciones estéticas globales, surge un conjunto de artistas jóvenes que manifiestan la presente situación. En este contexto ubicamos a Carolina Antoniadis (nacida en Rosario en 1961), integrante en 1987 del Grupo de la X, conformado –según sus intenciones declaradas-, por la necesidad de entablar una actitud solidaria entre la gente joven dedicada al quehacer artístico.

Carolina trabaja con una figuración plana que se manifiesta a través del color. Al concebir sus cuadros como superficies coloreadas, sus búsquedas se ubican en el camino iniciado por Matisse y Maurice Denis. La clave del ordenamiento total de la obra se da por la relación recíproca y equivalente de la trabazón cromático – formal. Siempre en su pintura hay una base estructural sólida, donde cada elemento cromático es apoyado por los demás componentes plásticos en una síntesis de línea y color.

Como en otros integrantes de su generación, hay un interés por las posibilidades técnicas del material. Trabaja con acrílico, anilina, pastel al óleo, collage y marcador, investigando las distintas densidades, con las que logra juegos de profundidad. Brillos, transparencias y veladuras, se conjugan en la sensualidad de las texturas de los estampados, conformando el carácter ornamental de su pintura que, en este aspecto, nos remite a los diseños del Modernismo de la Secesión Vienesa de fines de siglo. También el soporte es campo de experimentación. Acorde con su interés por las texturas, aprovecha el tejido propio del género (telas estampadas) y lo incorpora como parte integrante de la obra. A veces introduce diseños decorativos a modo de collage (papeles de regalo, recortes de revistas). En otros casos el entramado es simulado, en un doble y ambiguo juego visual, entre lo concreto y la presencia de lo sugerido.

Las imágenes de Carolina surgen de un mundo interior y sensible, ligado al recuerdo y a la infancia. Pinta lugares que le son cotidianos, familiares, a los que la une una profunda emotividad. Los interiores de las casas que habita, su taller, la casa de su abuelo en Córdoba. Todo, en sus cuadros, nos habla de ella. Hace una descripción detallada de los objetos a través de una visión poética, en la que no abandona la apariencia natural del motivo captado, sino que la exalta a un estado ideal. Es un mundo fragmentado, reducido; siempre es el recorte de una realidad. No es la imagen global del objeto, sino que elige un encuadre similar al observado a través de una cámara fotográfica. Juegos espaciales, donde conviven muchos puntos de vista, perspectivas escalonadas, espacios fragmentados mediante la contraposición de un recuadro interno con elementos figurativos y una textura abstracta externa a modo de marco ornamental, que subraya el recorte del espacio interior. Y en esta imagen incompleta, otra vez encontramos una doble lectura abstracción-figuración: en un primer momento nos parecen cuadros abstractos, geométricos, pero, transcurrido un cierto tiempo en la contemplación, podemos reconstruir una imagen representativa.

Casi en los umbrales del siglo XXI, cuando “todo lo sólido se desvanece”, oímos hablar de la crisis de un mundo histórico y del agotamiento de los lenguajes plásticos. Sin embargo, creo que ahora hay algo nuevo bajo el sol (o bajo la luna). Un grupo de artistas jóvenes quiere empezar otra vez (como tantas veces), pero buscando en su propio interior las partes perdidas. Ni “neo” ni “viejos” ni “trans” ni “post”, simplemente contemporáneos.

Son la generación del espejo roto, del SIDA y del ocultamiento. Emergentes del silencio, hay que volver a armar el rompecabezas.

Hoy, más que nunca, es necesario recuperar el misterio.

POR LAURA BATKIS