Entrevista con Pablo Suárez

Entrevista a Pablo Suárez para la exposición colectiva “Celebración”, de Remo Bianchedi, Osvaldo Monzo, Alfredo Prior y Pablo Suárez en Galería Sonoridad Amarilla. Buenos Aires, 16 de septiembre de 2002

Laura: En 1996 tu preocupación era el destino, en el 2000 la resistencia y allí ya empezaste a pensar en la idea del naufragio, que termina en el 2001 en obras como “El enemigo invisible” y “Ninguna salida es fácil”, ¿cuál es tu idea para esta muestra? 

Pablo: Ninguna de esas. En este momento la idea es recuperar el deseo de hacer, encontrar una forma más urgente de trabajar que me permita no hacerlo como una especie de trabajo sufrido sino como una acción mucho más natural, menos angustiosa, pensando la obra no tanto como un bello producto, sino más a tambor batiente, que sean como respuestas que apunten a distintos lados al mismo tiempo. 

L: El otro día hablabas de lo popular (en una charla que diste en el Centro Cultural Ricardo Rojas). 

P: Una de las cosas que me importa destacar, es que ahora y por primera vez, empecé a sentirme como un artista popular. Creo que antes me pensaba a mí mismo como un artista “culto”, que trataba de tender un piadoso puente entre su obra y el espectador. Bastante soberbio, ¿no? Hoy me doy cuenta que lo mejor que tenían esas obras – si es que tenían algo bueno- era su clara raíz popular.

Con la música y con la pintura contemporánea mantengo una relación bastante problemática. Encuentro más placer retrotrayéndome a épocas en que el arte era capaz de avanzar de forma más directa sobre el espectador, o caso contrario, con obras actuales cuyas raíces sean rastreables en zonas del espíritu no demasiado contaminadas por algún virus global. El arte del siglo XX produjo una serie de quiebres formales que obligan al espectador a enfrentarlo con una enorme carga de información que debilita el interés que pudiera suscitar la obra per se. Yo hoy trato de aproximarme desde la sensibilidad, desde una especie de necesidad de comunión. 

Haber descubierto que puedo, de golpe, establecer una conexión sin ese pasaje por la “cultura” me resulta muy reconfortante. 

L: Creo que ahora verdaderamente sos un artista popular, porque adoptaste un lenguaje parodial pero más directo. 

P: En realidad creo haber sido bastante popular siempre, pero en muchas de las cosas que hacía había un trasfondo algo “culturoso”. 

L: Y en las referencias iconográficas. 

P: Sí, por ejemplo estoy empezando a hartarme de las citas. Me parece que en los últimos años hice un uso tal vez abusivo de la cita. Y ahora la sensación de haberme sacado un poco de encima eso, es un alivio porque no recurro a ninguna voltereta innecesaria. Supongo que nadie va a notar el cambio. Pero yo lo noto en mi forma de trabajar…

L: ¿En qué cambió esta manera de trabajar para vos?

P: Me resulta mucho más cómoda, me da placer. Y además voy más rápido. 

Y esto también tiene que ver con la situación que se plantea en esta muestra. Eso de irse de los lugares de siempre. En vez de estar haciendo lo que “nos conviene en la carrera”, irse, como a contrapelo de lo que muchos supondrían que es la “carrera del artista”. Salir a otros lugares, conectarse con otra gente y otros grupos de creadores que trabajen de otra manera, y no tanto ateniéndose a determinadas modas culturales, de época, temas convenientes o no para el momento. En fin, salir un poco de los circuitos en los que expuse últimamente. 

L: Exponer en Sonoridad Amarilla es como un mundo nuevo para vos.

P: Sí. Un mundo con muchas más posibilidades de equivocarse… al fin de cuentas el error forma parte de lo que hacemos. No tiene por que ser como un Knock out que da por tierra todo lo realizado.

Pienso que el deseo de hacer cambios, y la posibilidad de generar cosas, en este especial momento, es, no sólo necesario sino indispensable. 

Hay que ponerse las pilas y demostrar que estamos vivos, y no encerrados en un sarcófago, repitiendo todavía el último gesto. No. Un cambio de actitud. Eso me motiva y tal vez me provoca las ganas de trabajar, y modifica mi relación con la obra que hago. 

L: Entonces para vos cambiar de lugar implica también cambiar la motivación. Te quita peso. 

P: Sí, me permite trabajar más descontraído, con más placer y con mayor posibilidad de divertirme y de no preguntarme tanto “qué es lo que va a pasar con esto, qué es lo que hago.” En realidad, nunca fue una obsesión mía preguntarme mucho por lo que iba a pasar. Porque ya, a esta altura del partido, después de tantos años, lo que va a pasar ya lo sé. 

L: Sabés lo que le va a pasar al espectador, qué va a pasar con la crítica.

P: Sí, todo eso básicamente uno lo sabe simplemente por experiencia. Ahora, lo que no sé -y eso sí quiero saberlo- es si la cosa también funciona con sectores que estén menos condicionados por lo que es mi trayectoria como artista, y cómo funciona.  

Yo espero la respuesta, no creo que trabajemos sólo para nosotros. Uno mismo crea un espectador ideal. Una mezcla rara que tiene no menos de tres pares de ojos. Los nuestros, los de alguien inventado, no necesariamente afín, y un tercer par, que tiene una visión general que creemos prever. 

Si muestro en un lugar nuevo para mí, habrá bastante gente que nunca en la vida haya visto cosas mías, aunque yo lleve más de 40 años exponiendo. Cuando exhibo en cualquier galería tradicional o museo, sé que casi todo el público conoce en mayor o menor medida mi obra pasada. Saben de uno, han leído notas, han escuchado a los críticos decir casi las mismas cosas de la obra, y entonces ese público va a ver algo cuyas lecturas ya han sido hechas y aprendidas por todos. Por eso la idea de hacer esta muestra me gusta. Puede que sea más de lo mismo. Pero también puede ser que no. 

L: ¿Qué expectativas tenés frente a estas nuevas miradas, a estos nuevos espectadores?

P: Me gustaría saber si lo que nosotros vamos a hacer, tiene la flexibilidad necesaria para mover las cosas. Yo creo, -porque estamos medio viejos- que es interesante averiguar cómo te enganchás pensándote casi como si no tuvieras pasado. A ver si yo, como nuevo en un lugar nuevo, concito la atención de alguien, y si recibo el mismo tipo de respuestas, o qué tipo de respuestas, si a favor, si en contra. 

Cuando era más joven lo único que recibía eran insultos, dejaban notas puteándome. Ahora supongo que los mismos que me puteaban me dicen “Maestro” y cosas así. 

Es muy probable que encontremos a muchísima gente que nos conoce, sin embargo, habrá también otro público. Y a ese otro público es al que me gustaría escuchar. 

L: Como probar si podés.

P: Sí, quiero probar. Porque cuando uno inventa un lenguaje, o lo va construyendo, necesita saber si ese lenguaje tiene la ductilidad necesaria como para enfocar y conectarse en distintas situaciones. Si uno es verdaderamente un artista, seguramente tendrá la flexibilidad que permita construir siempre, una relación intensa con el espectador. 

L: ¿Cómo trabajás en medio de este derrumbe del país que estamos viviendo hoy? 

P: En este país muchas cosas se han modificado. Sin duda se puede hablar de un dramático cambio social. Es interesante averiguar qué tipo de relaciones se anudan en este nuevo contexto. 

Yo no necesito datos fidedignos y claros para saber que un verdadero sismo ha trastornado la realidad inmediata. 

Yo supongo, por atisbos que se dejan entrever, que hay gente intentando otras formas. Formas de organizarse aunque más no sea, que para sobrevivir.

L: Sos optimista.

P: No sé qué decirte. La realidad es muy caótica, y cualquier forma de organización que surja desde abajo producirá una saludable conmoción en todos los planos. Aún en el del arte. Cuando apenas surge una estructura, cuando recién empieza a armarse, ya dentro de ella, como una larva, crece una estética. Aunque inicialmente sea prácticamente invisible. El arte, como la liebre, aparece donde menos se piensa. 

L:  Pensás que este es un momento interesante. 

P: Sí. No es momento de hacer un revisionismo histórico del arte revolucionario argentino ni nada de eso. Si uno está atento y trabajando y tratando de modificar en forma dinámica su discurso, seguramente encontrará también canales donde ir volcándolo naturalmente, como el agua de un arroyo que se va hacia determinado lado por la caída natural. Yo estoy seguro que uno va a terminar contactándose con algunos sectores o grupos que, de alguna manera, estén generando nuevas posiciones. 

De todos modos, no tengo ninguna expectativa de ser el gran artista del siglo XXI, ni mucho menos, no fue ésa mi “carrera”. No me gusta pensar en ese tipo de cosas. Yo solo por el hecho de poder trabajar más o menos dignamente, ya me siento totalmente gratificado. 

L: Para vos es básico, para crear el estímulo del placer y el goce. 

P: Absolutamente. Me resulta bastante incómodo a veces pensar que hacer una obra significa un trabajo como el de cavar zanjas. Es decir, algo que es una labor que la pensaste, y durante 5 minutos te calentaste en lo que pensaste y a los 10 minutos tuviste que empezar a hacerlo y ya te aburriste de hacerlo. No, quiero algo más coyuntural, más rápido, un discurso mucho más flexible. Porque además, estoy seguro de que me va a servir para otras cosas, para ingresar de otra manera. 

L: Querés hacer un cambio. 

P: Sí, y fijate que yo me detuve en un momento tratando de que la obra empezara a tener una especie de corporeidad objetual mucho más sólida. No es que me parezca mal eso, ya que de alguna manera hizo sentir al objeto con más presencia, en comparación con lo que yo hacía que era bastante tosco y brutal. 

No se trata ahora de ser tosco y brutal de nuevo. Lo que quiero es ser urgente de nuevo, tener la posibilidad de encontrar las fórmulas y los métodos de trabajo que me permitan agilizar todo, rápido. 

Igual me interesa el objeto artístico, pero lo que está agotado es mi mecanismo de trabajo de ese momento (los últimos 10 años). Yo tengo que trabajar de otra manera. No quiero que el esfuerzo agote el deseo. 

L: Serán las ganas.

P: Sí, hay algo de ganas que me hace cambiar de actitud, y para mí, todo eso es positivo. 

L: En un texto de 1976 hablás sobre lo que te emocionó en tu infancia y que hoy te sigue emocionando, aunque sea a través del recuerdo. 

P: Sí, me sigue pasando. Hay ciertas cosas que me siguen provocando las mismas emociones. Ya sé que en ese lugar encuentro algo. Es un poco inevitable. 

Cuando uno empieza a armar toda la obra de uno (no me refiero a un cuadro), sino a todo el trabajo de la vida de uno, te das cuenta de que están ligadas a datos mínimos infantiles o de los primeros años de la vida de uno. Aparecen obsesiones, manías, amores, afectos y recuerdos que me sirven para trabajar. 

L: En esta muestra te volvés a juntar con gente a la que le tenés afecto, con la que ya has expuesto en otras ocasiones. 

P: Esta idea de la muestra me encanta. Solamente expongo con gente que quiero, nunca me junto por afinidades estéticas, sino por proximidad afectiva. 

Si reviviera Santantonín, Greco o De la Vega, yo estaría exponiendo con ellos. Estaría ligado con ellos de la misma manera que lo estuve antes, no perdí ese vínculo. Además, no me importaba lo que estuvieran haciendo porque yo estaba convencido de que iba a estar bien lo que hacían. Porque el afecto que uno puso en ellos no es gratuito, se lo ganaron. No te creas que fue porque eran simpáticos, no siempre lo eran. 

Cuando me ligo afectivamente con alguien me dan ganas de trabajar. 

L: Esto de exponer a partir de afinidades afectivas es muy común en vos. 

P: Claro, en los ´90 expuse mucho con Pombo y Harte, aunque no tenemos nada que ver en la obra. 

L: Como en esta muestra. 

P: Claro, tanto Alfredo (Prior) como Remo (Bianchedi) y Osvaldo (Monzo), son mis amigos. Ninguno de ellos traicionó sus cosas. Con obras peores, mejores más lindas, más feas, más cuestionables o no, ninguno se traicionó. No se siente que se hayan transformado en algo que no eran. Siguen manteniendo la misma solidez que hace que uno los quiera. 

Con ellos, y con todos mis amigos, no me cohibo, yo puedo decir todo lo que pienso sin vergüenza, cosa que no suelo poder decir con otra gente. 

Berni una vez me dijo eso, estábamos comiendo después de haber participado en una mesa redonda y dijo algo así como: “Yo hoy no dije nada, traté de decir un par de cosas para no pasar por idiota, nada más, pero no me siento cómodo en estas cosas. Yo me siento cómodo así con el vino adelante…” Y me daba risa, porque con uno, él no se cohibía, y lo mismo me pasaba a mí con él, a pesar de que Berni era ya una especie de prócer, era el pintor que más nos importó en una época. 

L: Se está por inaugurar una muestra de Arte y Política en los ´60, en la que vos estás incluido. 

P: A mí me resulta muy difícil pensar en un arte en el que no esté latiendo algo ideológico. Pero ideología en el sentido de un sistema de ideas, que nace de la relación práctica con la realidad. Es decir, cuando yo me relaciono con la realidad, empiezo a generar un sistema de ideas. Ideas sobre la justicia, y demás. Ese sistema de ideas que nace en la praxis social de cada uno. Todo lo que hago está ligado a mi práctica social, de alguna manera consciente o no consciente aparece en lo que hago. Siempre surge la carga ideológica, y no se trata de hacer un panfleto, porque yo odio el panfleto. 

A mi no me gusta estar señalando, pero inevitablemente voy a tener siempre una mirada ideológica, porque cuando miro la realidad, me suscita inmediatamente un comentario, y entonces aparece una cierta crítica, pero jamás quisiera ser panfletario. 

Además, la realidad es muchas cosas, no solamente el ladrillo que se ve ahí en la pared. La realidad es la sexualidad, son los sueños, y también la política. 

Me fascina cuando veo la eficacia y cierta belleza en la forma de hacer las cosas, y no necesito que sea un producto artístico. 

L: No querés que te recuerden solamente por la carta de renuncia al Di Tella de 1968.

P: Yo quisiera ser la araña y la mosca al mismo tiempo.

POR LAURA BATKIS