Fotografiar el deseo – Claude Cahun y Philip Lorca Di Corcia

Buenos Aires, Agosto de 2004. N° 5.

La teoría de la “diferencia” produjo en el campo de la filosofía del arte una nueva actitud respecto de la categorización de estilos y tendencias. Se empezó a plantear la posibilidad de hablar de un arte de género sexual. ¿Se puede diferenciar el arte gay del que no lo es? Laura Batkis nos remite a Claude Cahun (¡De principios de siglo!) y Philip-Lorca di Corcia.

Claude Cahun fue una fotógrafa que tiró la primera piedra en el mundo del arte, exhibiendo la fantasía lésbica que fundamentó la base de su revolución estética. En un mundo en el que, hasta entonces, estaba reservado casi exclusivamente a los varones. Más recientemente, la era del Sexo Seguro promovió las masturbaciones telefónicas, las eyaculaciones chateando por Internet, y todo un conjunto de prácticas de lo que podríamos llamar, tomando el término al pie de la letra, nuevas prácticas de “sexo oral”. Philip-Lorca di Corcia capturó con su máquina fotográfica ese universo del deseo en venta en un conjunto de retratos de taxi boys de California que registran la belleza insondable de la soledad urbana.

La amiga de Man Ray y Dalí
La última ola del feminismo, trajo a la luz a una de las personalidades más interesantes de la época de entreguerra. Fotógrafa, escritora, crítica literaria y activista revolucionaria, Lucy Schwob nació en Nantes el 25 de octubre de 1894.
A los 15 años adoptó el nombre de Claude Cahun, iniciando de este modo un camino en el que el travestismo sería la base de toda su vida, adoptando distintas personalidades que más tarde documentó en sus autorretratos fotográficos. Para ese entonces, ya había dejado la casa paterna, para refugiarse en lo de su abuela. No sólo cambió su nombre por el de un varón, sino que se paseaba vestida de muchacho mostrando su rebeldía caminando del brazo de su amante, Suzanne Malherbe, su “alter ego”- como ella la llamaba- que, además, era su hermanastra. También Suzanne por entonces cambia, aunque de manera intermitente, su nombre por el de Marcel Moore.
Educada en un ámbito familiar perteneciente a la burguesía intelectual francesa, su padre era un editor de origen judío, y su tío fue el célebre escritor simbolista Marcel Schwolb, autor, entre otras, de La cruzada de los niños.
En sus fotografías, Cahun se coloca en los límites de la vanguardia artística al romper con los roles de género sexual tradicionalmente asignados. En ámbitos armados con una cuidadosa producción escenográfica, la artista se fotografía con la cabeza afeitada, otras veces con la melena muy corta y platinada, disfrazada de marinero o de mujer fatal. Siempre está ocultándose detrás de una mascarada grotesca y bizarra, provocando descaradamente al espectador bajo el único deseo de su propia voluntad.
Cahun hizo del arte y su propia vida siempre lo que se le dio la gana, eludiendo los prejuicios de la época, con una libertad muy cercana a la de sus amigos surrealistas, como Man Ray o Salvador Dalí.
En 1922 Cahun y Malherbe se mudan a un departamento en el parisino barrio de Montparnasse. Claude y Suzanne fueron una de las parejas femeninas más conocidas de su época, como las conformadas por Gertrude Stein y Alice B. Toklas y Marguerite Yourcenar y Grace Frick.
En aquella época, frecuentaron la “Confraternidad de Arte y Teatro Esotérico”. Cahun empezó a vincularse con los artistas del movimiento Surrealista liderado por André Breton, quien le escribió: “Usted posee una gran habilidad mágica. También pienso que debe escribir y publicar. Yo creo -y no lo repita- que usted es uno de los espíritus más curiosos de esta época”.
Estimulada por el “padrino” del Surrealismo, Cahun se lanza a escribir, tomando una clara postura ideológica. En 1932 adhiere a la “Asociación de Escritores y Artistas Revolucionarios”, que estaba avalada por el partido comunista y por el trotskysmo. En el “Congreso por la Defensa de la Cultura” (1935), Cahun expone las bases de su Manifiesto La defensa de la cultura, el último espacio vacilante del imperialismo. La artista examina la posibilidad de desarrollar un acto poético y simbólico que actúe de manera indirecta en la puesta en práctica de una efectiva consciencia revolucionaria. En el mismo año, participa en la fundación del “Contra-Ataque”, junto con Breton y Georges Bataille. También exhibe una de sus fotografías en la Exposición Internacional Surrealista, realizada en Londres.
En 1938 Claude y Suzanne se mudan a la isla normanda de Jersey, en el Canal de la Macha y se establecen en una casa que bautizan “La granja sin nombre”. Durante este período escriben folletos en contra de las fuerzas alemanas, hasta que son finalmente arrestadas en 1944 y condenadas a muerte.
Es justamente durante la época del encarcelamiento (25 de julio de 1944 al 8 de mayo de 1945) cuando se pierde gran parte de la obra y de los archivos de Cahun, debido a los múltiples allanamientos a la “granja sin nombre”. Logran eludir la pena de muerte y quedan liberadas una vez terminada la guerra.
Sabemos que Claude planeaba retornar a París para juntarse con sus compañeros surrealistas, pero se enferma gravemente y muere en su casa del Canal de la Mancha en 1954. Suzanne se mudó entonces a Beaumont, retomando su actividad como diseñadora e ilustradora de libros y revistas hasta su muerte, en 1972. Claude Cahun es hoy una de las artistas pioneras en la exploración de las cuestiones relacionadas con la androginia, la caracterización de diversos roles sociales, la metamorfosis y la autorrepresentación. Su influencia en el siglo XX es enorme, especialmente en el corpus fotográfico de la norteamericana Cindy Sherman.

Submundo de droga y prostitución
Dentro de la misma línea del arte de género, se destaca en la escena norteamericana actual Philip-Lorca di Corcia. Empezó a realizar sus primeras tomas usando como protagonistas a sus amigos y familiares, en actividades cotidianas, como la foto de su hermano Mario en la cocina, abriendo la puerta de la heladera. Sus imágenes son como momentos congelados de una historia, con una narrativa donde lo que se cuenta parece un fragmento de un guión cinematográfico. Tal como lo declara el artista, toda la historia del cine es la fuente inspiradora de su producción, especialmente los autores como Jean Renoir, Truffaut, Fritz Lang y Hitchcock.
Nacido en Hartford, Connecticut en 1953, di Corcia estudió en la Universidad de su ciudad natal, y luego en el Museo de Bellas Artes de Boston, donde se graduó en 1975 y luego obtuvo un master en fotografía en la Universidad de Yale. Finalizados sus estudios, empezó a alternar el camino de la fotografía artística con una carrera comercial, trabajando para revistas como Esquire, Condé Nast Traveler y Details. Esta experiencia en la rama de lo comercial fue un elemento clave que adoptó en sus fotografías, apropiándose del vocabulario de la imaginería popular, con ciertos rasgos ligados a la tradición del pop art, especialmente de Andy Warhol, y del Hiperrealismo norteamericano.
Pero a diferencia del pop, los protagonistas de sus obras no son los “ricos y famosos”, sino, muy por el contrario, la gente común, el típico habitante de la jungla urbana con el mestizaje cultural característico neoyorquino, donde el típico rubio a lo James Dean circula entre el exotismo de los inmigrantes europeos y asiáticos. Lo banal adquiere un particular dramatismo por la manera en que di Corcia coloca las luces, tanto naturales como artificiales, logrando que éstas adquieran una presencia animada de una rara extrañeza.
Por momentos, cierto conceptualismo frío y objetivo, muy característico del arte estadounidense puede hallarse en el proceso creativo del artista, en el que nada queda librado al azar y la foto es el producto de un proyecto previo cuidadosamente estudiado. En este sentido, se ubica en la línea de la fotografía de Ed Ruscha, William Wegman y Robert Cumming.
En su serie de la imágenes urbanas, viaja por distintas ciudades de Estados Unidos y arma escenas en las que una apariencia de espontaneidad queda solapada bajo un foco hierático que detiene la mirada en la actitud de un personaje, en su cara o en su vestuario. El realismo incisivo de esta serie adquiere, sin embargo, una notable poeticidad que surge de cierto clima teatral que compromete al espectador de manera psicológica con los protagonistas anónimos de sus historias: una mujer pelirroja caminando por una calle de Nueva York, la comunidad asiática en el barrio chino o una muchacha cargando nafta en una estación de servicio.
Su curiosidad por incursionar en la vida íntima de las personas lo llevó a di Corcia a investigar el submundo de la droga y la prostitución en Los Angeles, cerca de los alrededores del Boulevard Santa Mónica. Esta serie, que realizó entre 1990 y 1992, fue ejecutada gracias a una beca otorgada por la National Endowments for the Arts, teniendo que soportar la protesta del ala más reaccionaria de la política gubernamental, como la denuncia del senador Jesse Helms, quien litigó en contra de otorgar este tipo de subsidios a artistas obscenos, que trabajaban con imágenes de un contenido homosexual explícito.
Di Corcia aceptó el desafío, y luego de firmar un documento declarando que usaría dicho subsidio para realizar un sondeo sociológico de ciertos grupos minoritarios pero evitando escenas de sexo explícito. Curiosamente, este aparente impedimento fue un logro absoluto, porque en estas fotografías de taxi boys, la distancia objetiva y la narrativa austera superan el golpe bajo de la pornografía y potencian una sensualidad perversa y desbordante de erotismo contenido.
Los títulos nos dan datos concretos: nombre del retratado, lugar de trabajo, edad y “honorarios”. Así aparecen Todd Brooks, 22 años, Colorado, U$S 40; Gerald Hughes, 25 años, California, U$S 50, entre muchos otros.
Trabajando con un asistente y tomando como escenario las calles y los moteles, di Corcia se mete en el mundo de la prostitución, para captar en sus fotografías la verdad absoluta y desenmascarada de la vida cotidiana de estos personajes, a los que les ofrece, para posar, la suma de dinero proporcional a la de sus servicios como taxi boys. Como un documento inusual de la prostitución masculina, esta serie de Philip-Lorca di Corcia tiene el mérito de resaltar la belleza de un mundo marginal, sin caer en el cliché apocalíptico de la manipulación fácil del impacto sensacionalista. Por eso, sus fotografías sugieren una seducción y un misterio que enaltece a estos seres como la encarnación desbordada del desamparo inevitable de la soledad contemporánea.

Cindy Sherman (1954, Nueva Jersey, Estados Unidos)
Puede considerarse la sucesora de Cahun en la manera de fotografiarse (son siempre autorretratos), pero, en su caso, parodiando al máximo lo que ella denomina el “pasivo altar del deseo masculino”. Sus fotos de mujeres en diferentes poses y situaciones, muestran con ironía los complejos caminos de la subjetividad femenina.

POR LAURA BATKIS