Ignacio Liprandi: Del coleccionismo a la gestión cultural en política

Noviembre de 2005 – Nº 130.

Cuando se casó, buscaba cuadros para su casa. Fue con su ex mujer a arteBA para comprar 2 o 3 pinturas. Al poco tiempo ya tenía más de 20 obras y se apasionó con el arte. Confiesa que se equivocó, buscó entonces asesoramiento profesional y ahora ya sigue su propio camino. Es muy seguro frente a sus decisiones artísticas. Por mucho años se dedicó a las finanzas en la actividad privada. Hoy, a los 37 años, divorciado y padre de una niña, hace política para intentar elaborar estrategias culturales. Vive en una casa clásica rodeado por obras muy contemporáneas, como Omar Schiliro , Pablo Siquier, Román Vitali, Lucio Dorr, Sebastián Gordín, Sergio Avello, Claudia Fontes, Heredia, Ferrari, Cristina Schiavi , Marcos López, Res, Norberto Goméz, Pablo Suárez , Liliana Porter, Nicola Costantino , Distéfano, Nicolás Guagnini, Nahuel Vecino, De la Vega, Macchi, Noé, Ontiveros, Cristina Piffer, Dennis, Adams, Thomas Ruff , Santiago Sierra, Cindy Sherman, Meyer Vaisman, Paul Mc Carthy, Leandro Erlich, Vik Muñiz, Sophie Calle, Ernesto Neto, Alberto Greco, Alfredo Londaibere, Marcelo Pombo, Ernesto Ballesteros, Miguel Harte, Flavia Da Rin y Barilaro entre muchos otros.

Arte al Día: ¿Cuándo empezó a coleccionar arte? 

Ignacio Liprandi: En mayo del año 1997 en arteBA.  Me casé en el 96. Tenía ese típico departamento de recién casados con paredes vacías. Entonces con mi ex mujer fuimos a la feria a comprar un par de obras para decorar el departamento. Un año más tarde las pinturas eran más de veinte. 

AAD: ¿Cuál fue su primera compra?

I.L: Una pintura de un metro por un metro de Adolfo Nigro. 

AAD: ¿Qué encontró en el coleccionismo? 

I.L: Estuve tres años casado, me separé en el ‘99. Inicialmente era una forma de volcar en algo toda la energía vital, toda la líbido que yo no volcaba en mi matrimonio. Cuando me divorcié empezó  a ser casi un modo de vida. Vivo rodeado de cosas bellas, no bellas en el sentido tradicional del término, claro, sino bellas para mí.  

AAD: ¿Cómo fueron los inicios en el arte? 

I.L: El primer año me perdí, compré mucha pintura que no tenía peso, era poco contemporáneo y conceptual. Un día vino a casa Jorge Helft, que tiene un rol bastante importante en esto, no tiene pelos en la lengua, terminó de mirar todo y me dijo que le parecía una porquería. Fui con él a la Bienal de San Pablo en el 98, y descubrí que me estaba equivocando. Jorge me dio una lista con cinco profesionales que me podían asesorar y comencé con Marcelo Pacheco en 1998. Conversando con él le dije con qué presupuesto contaba para armar una buena colección. A partir de ahí la cosa tomó otro color y otro vuelo. 

AAD: ¿Marcelo Pacheco lo sigue asesorando?

I.L: No. Inicialmente la colección era sólo de arte argentino. En un momento comencé a comprar arte latinoamericano y luego internacional, o sea amplié el panorama. Marcelo tenía más información sobre el arte de acá, yo viajaba mucho y me informaba por mi cuenta  y en un momento, en el año 2000 nos pareció a los dos que no tenía mucho sentido seguir. De ahí en adelante seguí yo solo.

AAD: Ahora tiene un ojo y un gusto mucho más afinado.

I.L: Si, tengo una posición muy  tomada, sé lo que me gusta y lo que no. Tengo mucha seguridad. Igualmente como Marcelo me entrenó yo incorporé su forma de ver el arte y entenderla, por lo cual es increíble la coincidencia que tenemos frente a una muestra y también en el momento de elegir. 

AAD: ¿Qué hizo con las obras anteriores?

I.L: Algunas las vendí, otras las di como parte de pago. 

AAD: ¿Le sucede que algunas obras le dejen de gustar? 

I.L: Me pasa poco, cada tanto vendo algo.

AAD: ¿Le interesa conocer al artista? 

I.L: No me interesa conocer al artista. No me parece que los artistas sean más interesantes que el resto de las personas, no me intriga conocerlos. Sí reconozco que son más sensibles, pero nada más.

Algunos me parecen buenos artistas pero yo no tengo obras suyas porque no se adecúan con mi sensibilidad.

AAD: ¿Cómo definiría la tendencia en su colección? 

I.L: Hay tres líneas. Una tiene que ver con arte político, Heredia, Distéfano, Ontiveros, Piffer, Ferrari. Otra es la línea que impuso Gumier Maier en el  Rojas, la belleza por la belleza misma sin compromisos. La tercera tiene que ver con cierta sexualidad corrida del eje masculino. La segunda se pega a la tercera, hay cierta cosa sensual.

AAD: ¿Esas tres líneas son de algún modo una expresión de su personalidad?

I.L: Son un espejo.

AAD: Su colección entonces lo representa 

I.L: Sí, mi colección me representa. No se armó a partir de un “shopping list”. Yo decido qué comprar y si a mí la obra no me interesa por más que el artista después sea prestigioso no la compro.

AAD: ¿No compra como una inversión?

I.L: La colección fue y es una excelente inversión, pero nunca busqué ganar dinero con esto. Si algún día pongo el caballo atrás del carro, es decir si en vez de elegir las cosas porque me gusta empiezo a especular, voy a perder plata seguro. Ahí se empieza a perder de vista lo importante.

AAD: ¿El interés por el  arte viene por su entorno familiar?

I.L: Para nada.  Es un interés propio. Con mis amigos tampoco comparto esto. Pero sí sucede que de pronto se entusiasman y me piden consejos a la hora de comprar algo, y eso está bueno.

AAD: ¿Cómo se ve el arte argentino en el exterior? 

I.L: Dicen que es muy bueno, tenemos buenos artistas. Algunos artistas argentinos están empezando a insertarse en el mainstream internacional, no muy por atrás de México y Brasil. El único que tiene un lugar internacional hoy es Kuitca. Después,  de la gente joven, Erlich, Macchi y Costantino están haciendo una carrera. El problema es que no hay una estrategia para integrar a nuestros artistas en ese circuito internacional. Hay intentos aislados, por ejemplo Orly Benzacar que va a ferias internacionales, pero no se ha conseguido armar un entramado que permita generar una relación con material afuera, museos y  curadores internacionales.

AAD: ¿No hay ayuda de políticas estatales? 

I.L: Nada que forme parte de una política a largo plazo o una estrategia.

En ese sentido el arte brasilero está mucho más inserto mundialmente.

AAD: ¿Los coleccionistas pueden ayudar a revertir esta situación? 

I.L: En última instancia a quien le compete ese rol inicialmente es al Estado, es quien maneja las herramientas e instrumentos para hacerlo. Ahora si al Estado no le interesa en lo más mínimo, y bueno…

AAD: Usted sabe que las casas de los coleccionistas se transforman casi en museos privados, visitadas por gente que viene del exterior. 

I.L: Es que hoy no hay una institución que muestre una colección permanente de arte contemporáneo argentino. 

AAD: ¿Le interesa la gestión cultural?

I.L: Sí, estoy haciendo política en Pro. 

AAD: ¿Hay algún proyecto que esté trabajando en Pro y que pueda contar? 

I.L: Sí. En lo inmediato creo que es un buen momento para poner sobre la mesa las leyes impositivas que afectan al mercado de arte en Argentina. Venimos de ver cómo un museo privado pero abierto al público, el MALBA tiene que desprenderse de parte de su colección para pagar los impuestos para poder entrar obra al país  y para enriquecer el patrimonio cultural del país. Países nuevos como los nuestros con historias cortas, debieran alentar que se incrementase el patrimonio cultural.

AAD: ¿Ferias como arteBA ayudan? 

I.L: Si, yo empecé en arteBA. 

AAD: ¿Usted recorre talleres de artistas? 

I.L: No voy a talleres, voy a galerías. Creo que no se puede saltear a la galería ya que ésta cumple un rol y es muy importante. 

AAD: Hay una enorme cantidad de galerías nuevas, como Florencia Braga Menéndez, Alberto Sendrós, Zavaleta Lab ¿Cómo ve este fenómeno? 

I.L: El mercado argentino es muy chico, es casi inexistente. Creo que el mercado en la  argentina mueve alrededor de entre 15 y 20 millones de pesos al año, entre subastas y  galerías. La comida para mascotas mueve alrededor de 150 millones al año. Las galerías tienen que captar gente.

AAD: ¿Usted, qué haría para captar más público?

I.L: Primero, les diría que cambien una lámina por una obra de arte original. 

Si se lo mira por el lado económico, la lámina una vez pagada ya vale menos, nunca va a subir más de lo que se la vendieron. Segundo, si compran  obras de artistas jóvenes, el precio de la lámina en el mercado y el precio de la obra del artista joven no está tan lejos. Las obras  de Londaibere, por ejemplo,  valen lo mismo que una lámina. Y dejando lo económico de lado, no se puede  comparar el goce de tener un original a tener una reproducción.

AAD: ¿Eso tiene que ver con una educación de la sensibilidad?

I.L: Sí. Los galeristas tienen que hacer un trabajo mucho más activo. Hay gente que tiene mucho dinero en la Argentina. 

AAD: Para mucha gente arteBA es una feria elitista y con una entrada de ingreso cara. ¿Se puede hacer que el arte sea más masivo y popular? 

I.L: Sí. En Londres para ver una muestra hay  que hacer cola y en París también.

Se trata de ponerse a pensar cómo vender el producto.

POR LAURA BATKIS