Jorge de la Vega

MALBA (Museo de Arte Latinoamericano de Buenos Aires). Marzo de 2004. Nº 201. 

La exposición de Jorge de la Vega (1930- 1971) en el MALBA es una antológica, curada por Mercedes Casanegra, que se inicia con las obras gestuales del período en que integra el grupo de la Nueva Figuración (junto con Ernesto Deira, Rómulo Macció y Luis Felipe Noé, entre 1961 y 1965). De manera cronológica continúa con el  período del  Bestiario, monstruos realizados en collage con  trapos, trozos de vidrio, espejos, botones y fichas de juegos. Una diversión pesadillesca en la que el artista revela sus conflictos personales, que a su vez evidencian la manifestación de una problemática social: el malestar cultural de los dorados años sesenta. 

En 1965, De la Vega viajó a Estados Unidos invitado por la Cornell University. En Nueva York se produjo un cambio radical en su obra, en la que De la Vega presenta la deshumanización de una sociedad estereotipada -donde prevalece la frivolidad, el consumismo y la alienación- recurriendo a rasgos del Pop Art y la pintura psicodélica. Crea una iconografía de cuerpos ensimismados, presentados en fiestas orgiásticas y retratos con  efectos dobles que reproducen las visiones obtenidas con alucinógenos. En 1967 regresa a la conservadora ciudad de Buenos Aires, y comienza su actividad como cantautor. 

Las letras de sus canciones están en estrecha relación con el contenido de sus pinturas, como en Inadaptación: “Esta canción, es para usted que vive más tranquilo si toma té de tilo. Esta canción es para usted que conserva el estilo a fuerza de café. Es para los que, con aspirina, revivimos si el ánimo declina. Para los que, con uso moderado de alcohol y nicotina nos hemos adaptado…Y readaptarnos a ser cualquiera menos el tipo, que se debiera y readaptarnos sin preguntarnos cuándo empezamos a recontrarreadaptarnos…” Jorge de la Vega muere abruptamente a los 41 años. Su obra nos enfrenta con otro aspecto del arte como manifestación social. Es una declaración explícita de que lo personal es político, legitimando la esfera de lo privado en el debate del arte contemporáneo. 

POR LAURA BATKIS