Juan Becú

Centro Cultural Recoleta (Buenos Aires). Enero de 2005. Nº 209.

Los cuadros y dibujos de Juan Becú (1980) provocan una especial fascinación por la doble lectura que suscitan. En una primera instancia, su muestra Idilios, sueños y construcciones parece una apología del arte nacional, por la temática relacionada con el campo argentino, los ranchos y los paisajes pampeanos. En una detenida aproximación, uno se da cuenta no solamente de que eso que el artista pinta no es un lugar preciso, sino que además es irreal. Sus acrílicos con formatos alargados remiten a la pintura documental del siglo XIX, cuando en las expediciones al Nuevo Mundo los naturalistas viajaban con pintores para  conocer a la población conquistada. Su repertorio visual proviene de revistas, libros, fotos antiguas de Buenos Aires y recuerdos de infancia armados a partir de la unión de fragmentos. Una enorme escalinata clásica se hunde en un pantano abandonado, con un clima de las películas retóricas como Lo que el viento se llevó, junto a rasgos inquietantes de otros films como Metrópolis. Las citas de pintores argentinos como Cúnsolo, March y Berni se mezclan con Bellini, Giorgione y Magritte, entre otros. La luz teatral le otorga una artificialidad que se incrementa aún más con las perspectivas falseadas de sus edificios. El templo  circular de San Pietro in Montorio de Brunelleschi protagoniza una escena casi absurda de una noche crepuscular en el río Paraná. La desolación de estos paisajes con bosques y plantas minuciosamente pintados es inquietante por la mezcla de secuencias narrativas de relatos dentro de otros relatos. A cada instante parece que algo va a ocurrir. La atmósfera general de toda su obra es cercana a la sensación de lo siniestro, como en el momento anterior al desencadenamiento de una acción pasional. En sus dibujos hay una alusión a la técnica del grabado, especialmente de Durero y Rembrandt.

Becú se coloca frente a la obra como si él fuera un pintor viajero, observando de manera pausada y documentando obsesivamente los lugares de sus sueños. 

POR LAURA BATKIS