Keep it clean – Cynthia Cohen

Prólogo del catálogo de la exposición de Cynthia Cohen en Galería Gara, Buenos Aires, 1999.

Tenlo limpio – Keep it clean, nos indica de manera reiterada una frase inscripta en un cuadro de Cynthia Cohen. El tono imperativo de la orden se intercala con siluetas de mujeres limpiando y fregando. Las posturas inclinadas de estas féminas domesticadas indican la obediencia debida y aprendida servilmente de un mandato cultural transmitido a través de generaciones. El diagrama de frase-silueta en color blanco tiza sobre un fondo negro rememora el pizarrón de las enseñanzas escolares. En otra obra, una serie de mujeres voluptuosas se encuentran tironeadas por un par de hombres musculosos ubicados a cada uno de sus lados. Sin excesos ni dramatismo, la artista elabora sus trabajos con una técnica plana y muy gráfica para concentrar de manera precisa los detalles decorativos de la imagen. Esta opción por la belleza ornamental de sus obras le permite distanciarse de la manía finisecular de usar la transgresión que clasifica actualmente a las producciones vinculadas con el arte de género. Entre la obsesión y la indiferencia, su mundo se circunscribe, sin embargo, a la reflexión sobre las situaciones psicológicas ligadas a la constitución de la subjetividad femenina. Con una mirada que traduce un dejo de ironía, Cohen alude a los rituales casi maníacos de la hembra occidental, basados en la seducción artificiosa que enmascara, detrás de esa figura travestida, una queja que oculta una profunda tristeza.

Su contacto con el arte viene de tradición familiar, con las visitas al atelier de Juan Carlos Faggioli, su abuelo pintor. Fue él quien le recomendó asistir a las clases de dibujo de María Mihanovich. Entonces tenía trece años y una vocación definida. Después estudió durante 4 años en la Escuela de Bellas Artes Prilidiano Pueyrredón, y se fue a tiempo, cuando se dio cuenta de que: – “Llegado un punto, la escuela en vez de formarte, te deforma”. A partir de allí su camino es parecido al de otros artistas, aunque diferente porque tiene los rasgos singulares de su propia historia. Casamiento, hijos, compromisos familiares y la lucha de las elecciones diarias. En 1996 volvió al ruedo con la fuerza que le dio su pasaje por dos   talleres fundamentales: el de Marcia Schvartz primero y Pablo Suárez después.  -” Con Marcia fue una etapa de precalentamiento, porque volví a pintar, y con Pablo era ir a escucharlo y conversar. Nadie te puede enseñar a pintar, pero ellos me transmitieron su pasión y una enseñanza de vida”. 

Así llegó con sus treinta años a su primera muestra individual, que es la que ahora presenta. 

La idea de someterse a los roles que la sociedad dictamina abarca otro eje medular de su visión sobre las relaciones humanas, tomadas como vínculos contractuales. En Gato encerrado un grupo de joyas con anillos brillantes y piedras preciosas se refieren a la fascinación que ejerce el poder económico sobre algunas personas. La sensualidad de una flor colorada, con pétalos como lenguas carnosas transforma la atracción en rechazo cuando nos acercamos y vemos un centro con piel sintética que parece una araña. La ambigüedad del deseo y la intensidad enceguecedora del enamoramiento se entremezclan con el tedio agobiante de la esclavitud del sexo. Grandes, alargadas, gruesas y cortas, se entrecruzan las serpientes con sus cabezas arrugadas en otro cuadro donde estos animales se mezclan como en una competencia donde combaten con sus cuerpos coloridos y relucientes.

Entre el rigor y la desmesura, Cohen transita con la libertad que le brinda su pintura por las zonas más ocultas de la condición humana, haciendo un paréntesis en la soledad compartida de la existencia cotidiana.

POR LAURA BATKIS