Leopoldo Estol – Arte de laboratorio

Buenos Aires, Junio de 2005.

Es jovencísimo (nació en 1981) y representa a una nueva generación de artistas que parecen salidos de un cuento de Salinger, circulando con sus gorras con visera, pantalones grandes, delgados y existencialistas. En su reciente muestra “Parque” en Ruth Benzacar, ocupó la sala con botellas de Coca Cola, envases de leche, lámparas de laboratorio, tuppers, y provocó absoluto desconcierto en el público. Fue seleccionado en el Premio arteBA Petrobrás de artes visuales con su trabajo “Enfante” que se exhibe ahora en la Feria de Arte. Laura Batkis lo entrevistó para tratar de entender parte de lo que se viene en el mundo del arte actual.

Laura Batkis: Sabés que la gente ve tus obras y no entiende nada. 

Leopoldo Estol: Sí, lo sé. Pero me parece que entender no es la forma adecuada de acercarse a mis trabajos. Esta muestra es mucho más sensual de lo que la gente cree. 

Contame qué es lo sensual para vos. 

Envases de Coca Cola partidos por la mitad, shampoos, la mesa de experimentación que está llena de mezclas y olores muy particulares. También las formas de los objetos o la iluminación. Utilizo lámparas mezcladoras de mercurio, las que se usan en jardines o en la calle. No se las puede ver fijo porque te saturan. 

Dan un clima de asepsia quirúrgica, ¿Cómo armás tus instalaciones? 

Estos últimos 2 años empecé a trabajar con imágenes y objetos cotidianos que me rodean. Estas cosas hacen referencia a situaciones muy puntuales. Por ejemplo, los fondos de la Coca Cola. Es una imagen muy concreta y cargada de toda una circunstancia. Cuando abrís la heladera y ves un montón de botellas con el fondo de Coca Cola es un hecho desagradable, está caliente, no tiene gas. 

Qué te gustaría que provoquen tus trabajos

La idea es tomar escenas muy distantes entre sí, que están al borde de no tener nada que ver unas con otras. Intento ver si durante el mes que dura una exposición todas estas cosas juntas arman sentido.

Cosas acumuladas por toda la sala en un aparente desorden.

Pero hay un orden muy preciso. Yo elijo un montón de objetos, defino qué relaciones de todos estos objetos me interesan. Una vez que esas dos cosas están, solo resta encontrar un lugar para ubicar cada cosa. El lugar donde están las galletitas de agua no podría ser otro, al costado de las dos bachas vacías. 

Viene un espectador y te pide que le des una pista para entrar a tu muestra, ¿qué le dirías? 

Es una cuestión de actitud. Le pediría que estuviera relajado. Yo soy consciente de que hay muchos objetos, muchas cosas, pero me gustaría que el que viene se lleve 5 o 10 detalles en su cabeza que le hayan llamado la atención, que le hayan hecho pensar o recordar algo, aunque no sea algo importante. 

¿Cuál es tu intención cuando elegís una imagen o una relación entre cosas?

En general las imágenes a las que suelo convocar son bastante banales.

Señalame una escena que te atraiga 

Una que funciona como una operación matemática: la mesa, arriba hay un cricket que empuja hacia el techo una pila de videos VHS, un formato que está al borde de la extinción, en 2 años va a ser todo DVD. Están comprimidos formando como una columna. La mesa en que se apoya esto son 2 tablas sostenidas por 10 huevos Kinder, esos huevos de chocolate con juguetes sorpresa. No es el chocolate lo que sostiene la tabla sino la cápsula de plástico de adentro, donde está el juguetito. Es una operación rarísima, el cricket empuja hacia arriba y hace que la madera vaya hacia abajo, la madera cede aplastando el chocolate hasta donde la sorpresa plástica le permita. 

Una operación absurda. 

Para mi el absurdo es un terreno muy amplio en el que hay un montón de relaciones entre objetos que todavía no están pensadas. Ese es el material que me interesa en la cabeza de la gente. Hay relaciones que hacemos todos los días, que son funcionales y sirven para la vida diaria. Todos estos objetos que pongo pueden ser sometidos a ese orden que usamos en la vida diaria. Y ahí se plantean las preguntas: en el contraste de esos dos ordenes.

¿Qué tipo de preguntas?

Poco importantes pero que todas juntas y en este paisaje de detalles empiezan a funcionar y cada vez se hacen más fuertes. Voy escribiendo en un cuaderno situaciones, imágenes muy pregnantes y las pruebo. Así voy juntando las ideas para una muestra. Por ejemplo, la estufa debajo de una mesa, “calor en el centro de una mesa”, no te lleva a pensar sobre nada, pero después cuando se empiezan a acumular todos esos corrimientos de sentido, esa estufa, la columna de videos, ahí empieza a funcionar el universo lógico de mis trabajos. No apunta a cerrar el sentido sino a abrir las posibilidades de lectura sin una función definida. Es como dislexia visual. Cuando sentís que estas entrando en el ritmo del trabajo, se corta. Y vuelve a empezar.

Son relaciones de tu mundo privado, de tu imaginario creativo. 

Sí, yo les encuentro una función en este universo, que no es utilitaria en el sentido moderno. Yo establezco que es lo útil para este universo. 

Describime un momento en el que encontrás una imagen o formulás una relación entre dos cosas. 

Los envases de agua mineral. Fui a bailar a una rave donde el público consume éxtasis y necesita tomar agua para no deshidratarse. En esas fiestas vi acumulaciones muy grandes de botellas de agua. Días después en la misma semana veo una imagen similar, pero en un contexto diferente. En internet, imágenes del Tsunami y cientos de botellas de agua para socorrer a la gente afectada. La idea me obsesionaba estéticamente ¿porque se repite esta imagen en contextos tan distintos? Y creé un tercer lugar para albergar esa acumulación de agua. Así surgió esa media tonelada de botellas de agua que puse en esta muestra. 

¿El diseño final de una muestra lo hacés durante el montaje?

Sí, en Parque tuve 2 semanas para ir ocupando el espacio, tuve que pensar en la circulación de la gente. 

¿No pensás que los planteos del arte experimental se agotaron con las vanguardias del siglo pasado? 

No, para mí hay cosas del dadaísmo que vale la pena retomar en cualquier momento. Los objetos que en esa época eran cotidianos hoy son una cita de museo. Los artistas como Duchamp o Schwitters me dan herramientas concretas. Mover las cosas de contexto es una operación que uso todo el tiempo y que de alguna manera heredo de esta gente, pero yo no puedo evitar plantear dudas en base a mis consumos culturales que son inevitablemente los de ahora. No puede agotarse porque vuelvo a hacer planteos que ellos trabajaron que pueden despertar cosas parecidas o no. Creo que periódicamente los artistas se hacen preguntas sobre cosas parecidas. Es el espíritu de los tiempos. 

¿Podés repetir una muestra?

No, porque cada una responde al espacio en el que la instalo y a mis intereses en ese momento.

¿Cómo harías para no entrar en la demanda del mercado? 

Me encantaría entrar en la demanda del mercado, me daría mas medios con los que trabajar. No me importa mucho si mi trabajo en una colección es representativo o no. El sentido de mi trabajo se disputa en muestras no en colecciones. Conservando la libertad de ser yo mismo el administrador de mi propio estilo, si necesito repetirme lo hago, no me preocupa siempre y cuando eso me de más recursos para desarrollar mi próximo proyecto.

¿Tenés en cuenta al espectador?

Todo el tiempo. No sólo tengo que definir cómo va a ser mi trabajo sino también de qué manera el espectador va a caminar a través de él. 

Esto tiene algo de arte como un laboratorio. 

Sí, la idea de laboratorio siempre me atrapó. Inclusive es algo que trabajan los artistas que me gustan y consumo. Como Thomas Hirschhorn, vi su trabajo (Critical Laboratory) en la muestra de la colección Jumex en el Malba el año pasado y me impresionó mucho cómo arma un discurso tan teórico con recursos tan bajos. Otros artistas que me interesan son los argentinos Diego Bianchi, Pablo Siquier, Jorge Macchi, Marcelo Pombo, Suscripción y Eduardo Navarro. De Grippo hay cosas muy puntuales que me interesan, en mi muestra, la sandía con pilas adentro es un guiño absurdo a sus trabajos con papas.

La gente que entra a tu muestra empieza a tener sensaciones corporales, por el frío del ventilador, los aromas como el jugo de naranja en una jarra, los efectos de luz, la música…

Se trata de entrar en otra atmósfera. Hay cosas que son incómodas, no podría pensar una muestra en donde todo fuese agradable al espectador, porque busco crear un universo que tenga valores amplios, del frío al calor y así. En el sonido hice lo que en el mundo de los dj’s se dice un back to back (espalda contra espalda), una especie de confrontación entre 2 autores masivos con compilados de sus hits. Elegí a Beethoven y a Paul Oakenfold por lo esquemática que resultaba la oposición.

¿Qué se vende? 

Las fotos de la instalación. No son registros de los objetos sino de las relaciones puntuales entre objetos que a mí me interesan. Puestas todas juntas, esas fotos pueden volver a entrar en la lógica de la instalación de esta muestra, de “Parque”. 

Comentame tu idea de meterte en la casa de tus compradores

Yo quisiera trabajar en las casas de los coleccionistas. La idea de colección ya implica un ordenamiento harto arbritrario, por tendencia, por generación. Yo iría a una casa para instalar un reordenamiento a partir de sus objetos y otros que yo llevaría. 

Datos para una biografía de Estol

Leopoldo Estol nació en Buenos Aires en 1981. Cursó estudios de Historia del Arte (UBA), y pasó por los talleres de Martín Kovensky, Pablo Siquier y Jorge Macchi. Desde 2003 forma parte del Programa de Talleres de Guillermo Kuitca, con su proyecto “Tupperware”, que se puede ver por la Web. El año pasado presentó “Tempranos intereses personales” en la galería Alberto Sendrós. Inició este año la temporada de la galería Ruth Benzacar con “Parque”. Fue seleccionado en el Premio Petrobrás por su trabajo “Enfante”, que se exhibe en arteBA 2005. Vive en Flores, le gusta la comida peruana, el cine de Wes Anderson y la música electrónica.

Estol por Orly Benzacar, su marchand

“Es un artista muy joven, libre, que está explorando y es parte de esta etapa de su producción. Esta muestra implica el desafío del que se anime a trasladar esta propuesta a un rincón de su casa. Es difícil encontrar hoy en la Argentina a alguien que se atreva a algo así, pero no lo doy por descartado. Es poco imaginable porque el público argentino es muy conservador. Yo en mi casa tengo un mural de Siquier y un proyector colgado proyectando videoarte de manera permanente y me gusta vivir con eso. Además es didáctico, hago muchas reuniones sociales, es parte de mi trabajo, y acerco a la gente a convivir con el arte contemporáneo en una casa”.

POR LAURA BATKIS