Límites y responsabilidades de la labor curatorial – El protagonismo del curador

Lunes 26 de mayo de 2003.

En la última década apareció un nuevo cargo en las muestras de arte contemporáneo: el curador de exposiciones. Nadie sabe bien cuál es su función, pero lo cierto es que ya no hay muestra que no requiera de su oficio. Algunas notas sobre el nuevo trabajo del llamado <<comisario>> o <<curador>> en el panorama del arte actual.

En estos años asistimos a una proliferación de muestras en las que aparece una persona, además del artista y la institución o galería, que de a poco se ha ido convirtiendo en parte del engranaje de una muestra. La figura del curador. Como en otros casos, la palabra se propaga en el ámbito del arte, pero pocos saben qué significa y para qué sirve. En términos legales, la palabra curador proviene del Derecho: es la persona elegida o nombrada para cuidar de los bienes o negocios del menor, del ausente o de algunos incapacitados. En el caso del arte, el curador (que en España se denomina <<comisario>>) es la persona que está al cuidado de una exposición. 

Históricamente, en el Siglo XX los curadores de las muestras eran los propios artistas. Pero a medida que el arte se convirtió en un evento con connotaciones que van más allá de lo meramente estético, surgieron nuevos cargos y funciones en una red muy amplia de intermediarios. El arte y su relación con el mercado, las ferias de arte y los megaeventos del nuevo turismo cultural, hicieron que exhibir una muestra implique una cantidad de funciones como las del montaje,  esponsoreo, catalogación, publicación, prensa y difusión. Si el propio artista tiene que ocuparse de conseguir, por ejemplo, el dinero para montar una muestra, es muy difícil que pueda dedicarse a producir su obra.

Así es como el trabajo se dividió para facilitar, en teoría, la labor del artista y lograr la máxima excelencia en la calidad de una muestra. 

¿Y dónde se aprende a ser curador? En museos internacionales como el Whitney de Nueva York, hay una sección educativa especial para la capacitación curatorial. En la Argentina, la Academia del Sur creó en 1996 una Especialización en Crítica de Arte y Curaduría bajo la dirección de Jorge López Anaya, que incluye un plantel de docentes como Martha Nanni, Marcelo Pacheco y Julio Sánchez, entre muchos otros.

En 1999, la Fundación Proa, mediante un convenio con el Fondo Nacional de las Artes y el Museo Guggenheim, realizó un seminario de curaduría con profesionales del museo norteamericano. 

Los participantes fueron seleccionados mediante una convocatoria previa. Consultada por este medio, Adriana Lauría -participante del seminario de Proa-, dice:- <<Teníamos una semana de trabajo con cada uno de los jefes de los distintos departamentos de curaduría, porque cada sección está manejada por un profesional especializado en el tema: montaje, publicaciones, programa educativo, esponsoreo, tecnología aplicada, prensa y comunicación, registro y catalogación, seguro y transporte de las obras. En la Argentina, el curador maneja todos esos cargos, por eso es muy difícil el trabajo>>.

SUPERPOSICIÓN DE TAREAS

Como en otras disciplinas, los argentinos solemos dividirnos de manera esquizofrénica en varios trabajos. Ningún crítico honesto de arte puede vivir en este país de la escritura de textos para prólogos de catálogos, entonces, ahí es cuando las funciones empiezan a mezclarse y el medio a corromperse. 

Los directivos del Guggenheim, a su vez, se sorprendían de la cantidad de logos de empresas que suelen aparecer en los catálogos de las muestras argentinas. Es que en nuestro país es muy raro encontrar una sola empresa que se arriesgue por completo invirtiendo en la muestra de un artista.

Uno pone los carteles, otro algo de dinero para el catálogo, otro las luces, y así, la última página de una publicación de una muestra suele contener más logos de empresas que información sobre la muestra. 

El Museo Nacional de Bellas Artes invita a los artistas a exponer en sus salas ofreciendo únicamente el espacio y las luces. Casos como el de Miguel Harte, que deambuló durante dos años pidiendo dinero para realizar su muestra antológica, nos demuestran el absoluto desamparo en el que hoy se encuentran los artistas en el momento de organizar una muestra. 

Acá el problema no es solamente el curador sino que cabría preguntarse por qué los artistas obedecen mansamente los requerimientos del sistema. 

Básicamente, el curador es el que tiene el concepto de una muestra y trabaja a la par del artista para la ejecución de la misma. Para lo cual, es fundamental que tenga conocimientos de historia del arte, para entender qué es ese <<producto simbólico>> con el que está trabajando, ponerlo en contexto y estar a disposición del público para optimizar la información. 

Actualmente en las Salas Nacionales de Exposición (Palais de Glace) hay una muestra de Miguel D’Arienzo. En el catálogo junto a Gustavo Vázquez Ocampo (un profesional capacitado y con experiencia) figura Isabel de Anchorena, la marchand encargada de comercializar la obra del artista. ¿Cómo se explica semejante contradicción? Si el dealer es curador y crítico, si las secciones de arte de los medios están a cargo de periodistas de planta para no pagar a colaboradores especializados, es entonces muy entendible que cada vez sea mayor el desconcierto del público y se agrave el enojo de algunos artistas. Porque el desorden generalizado se transforma entonces en un cambalache. 

La calidad y el criterio de las muestras ya es otro tema. Hay curadores muy ligados a la investigación histórica, como la muestra curada por Valeria González en el espacio Contemporáneo del Malba, con obras de Res, Magdalena Jitrik y Javier Trímboli. Dentro de la misma institución, que se ocupa de toda la producción de la muestra (equipo de montaje, esponsoreo, iluminación, cartelería y catálogo), hubo otros criterios curatoriales como el de Gumier Maier, que organizó la muestra de Sandro Pereira y Nahuel Vecino. Para Gumier la intuición y la emoción que transmite la obra es el documento fundamental en el momento de seleccionar obras de arte en una muestra. 

Es probable que la enorme cantidad de grupos y colectivos de autogestión de artistas que han surgido en estos últimos años (Venus, MOTP, El Ingenio, Córdoba 0351, entre otros) sea una consecuencia del engorroso sistema de intermediaciones que afecta hoy al mundo del arte. 

No se trata de generalizar porque como en todo, hay curadores y artistas profesionales y otros que no lo son. 

COMIENZA EL DEBATE

Pero sin duda, es un tema que está en discusión. Ser curador no es solamente  seleccionar artistas y colgar una muestra. Es interesante leer en el prólogo del catálogo de la muestra de Guillermo Kuitca en el Museo Nacional de Arte Reina Sofía, Palacio Velázquez, las palabras de Sonia Becce. Bajo el título de <<Asuntos curatoriales>>, comienza explicando cuál es su tarea como curadora de la obra del artista argentino y de la muestra. <<La tarea curatorial consiste básicamente en el cuidado de aquello que ya ha obtenido su forma como arte –observa-, y que se encomienda a la custodia y atención del curador. 

En la curaduría de una muestra, siempre se parte de un proyecto previo, una anticipación o esquema, que diseña una disposición particular de las imágenes relacionadas entre sí. Estos criterios tienen como finalidad articular la visibilidad de las obras>> 

El tema curatorial y los alcances de la crítica de arte están actualmente en pleno cuestionamiento. Y es bueno comenzar a hablar. Algunas muestras logran desorientar al espectador y enfurecer al artista, entonces más que curar enferman. 

El debate recién comienza. 

POR LAURA BATKIS