Livia Basimiani

Fotoespacio del Retiro-Torre Monumental (Buenos Aires).  Abril 2002, N°182.

En medio de la peor crisis de toda la historia argentina, se abren nuevos espacios de arte, galerías, y museos. Recientemente, se puso en marcha un proyecto surgido desde el ámbito estatal, a través de la Dirección General de Museos y la Subsecretaría de Turismo. Se trata de la recuperación de la Torre Monumental, un lugar que histórica y culturalmente define a la identidad urbana porteña porque se trata de un patrimonio arquitectónico emblemático de la ciudad de Buenos Aires. Ubicada en el barrio de Retiro –la zona típica donde se encuentran tradicionalmente las galerías de arte-, la popularmente llamada “Torre de los Ingleses”, fue donada por los residentes británicos a la República Argentina en 1910, en ocasión de la celebración del Centenario de la Revolución de Mayo, cuando se establece la Primer Junta de Gobierno que libera al país de la corona española. En medio de un emplazamiento típicamente urbano, resalta el estilo renacentista del monumento que se alza en la puerta de entrada de Buenos Aires por su proximidad con la terminal de ferrocarriles de la Estación Retiro y el Puerto de la Ciudad. El proyecto del reciclaje tuvo desde el comienzo el objetivo de albergar un espacio de arte. Son cinco salas de exposiciones (una por piso), de las cuales dos son de carácter permanente, albergando la documentación histórica del edificio. Las otras tres salas restantes conforman el Fotoespacio del Retiro. Los curadores son Horacio Torres y Débora Noceda, y el criterio de selección se basa en el objetivo de difundir la fotografía contemporánea de artistas jóvenes exclusivamente.

Lo primero que se destaca de la muestra de Basimiani es el contraste entre el contexto del emplazamiento del montaje y el tema de sus obras. Flores y plantas, que son como una epifanía al subir a la sala 2 de la Torre, luego de haber atravesado, para llegar, el smog de la city, los hombres de traje que circulan con su maletín por el microcentro, y la inmensa muchedumbre popular que sale de los trenes llegando a buscar trabajo desde el interior de la provincia. No hay trucos, ni digitalización. Son fotografías en toma directa, papel color y una lente de aproximación que describe minuciosamente detalles de flores y plantas. Un paraíso artificial en medio del lodo, el calor sofocante, la agonía de un pueblo vencido, las noticias de los presidentes argentinos que renuncian a diario de su cargo, la falta absoluta de dinero circulante en efectivo, y la muerte anunciada de la clase media argentina. 

En este contexto social, la artista decidió hoy embarcarse en una muestra urgente. Dejó de lado las manifestaciones políticas y los cacerolazos y se encerró, In Vitro -como proclama el título de la muestra-, a buscar un poco de belleza en medio del caos. Como el retorno al orden en el período de entreguerras europeo, las propuestas de los artistas más jóvenes, como Basimiani (1971), son de un clasicismo casi naturalista pero exento de inocencia. La artista reconstruye el paisaje con su mirada, al elegir sólo una parte de la flor, un tallo, siempre un detalle que trabajado en macro, hace que ese micromundo natural se convierta, de pronto, y al aproximar la mirada, en una especie de muestrario del dolor, porque parecen los instrumentos usados en la flagelación cristiana, como puntas, látigos y espinas. La actitud retiniana y netamente pictórica de estas imágenes aleja su producción de las estrategias neoconceptuales tan en boga en los pasados años ’90. Basimiani vuelve, como tantas veces en la historia del arte, a tomar la naturaleza como motivo, pero alterando el dato original al recortarlo en un detalle, o enfocando su lente en los violetas, rojos y verdes saturados de las flores que aparecen como un simulacro de la luz ficticia de la noche insomne en la ciudad y el neón de discoteca. La dualidad natural-artificial atraviesa toda su producción. El año pasado presentó la serie Cosmos y la alusión al espacio intersideral era dado por macros de adornos de vidrios multicolores. En Autopartes y otras superficies de placer –su primer muestra individual-, el tema fueron los juguetes de plástico que acumula en su casa. El referente siempre es su mundo personal, los artefactos que la rodean en su mundo privado. Sus fotos son los rastros de su cotidianeidad como estas flores tomadas en el transcurso de su último viaje a la Cumbre, en el interior de la provincia de Córdoba. Recuerdos frágiles que son   capturados y documentados, “in vitro”, conservados como en la probeta de un laboratorio, para evitar la tentación reiterada de sucumbir en el vicio nacional de perder la memoria.

POR LAURA BATKIS