Momentos de Antonio Berni

AP Americana de Publicaciones. Buenos Aires, 1993

“La obra se realiza plenamente conviviendo con el drama del hombre en su totalidad política, religiosa y social, en el infortunio y sobresalto de cada día”. Con estas palabras del propio artista se puede deducir la pasión humanista de Antonio Berni, su simpatía por los movimientos reivindicadores de las clases humildes postergadas y la intencionalidad antropológica de su pintura. La temática de toda su obra hunde sus raíces en la vida social de su país, con sus mitos, leyendas populares, tradiciones y costumbres de los habitantes de su tierra natal. Creador de un estilo propio y absolutamente original, Berni es hoy considerado uno de los maestros más importantes en el desarrollo del arte argentino y una figura fundamental en el ámbito del arte latinoamericano actual. Renovador del lenguaje plástico, su obra se extiende no solo a la pintura sino también el dibujo, el grabado, la escultura y la gráfica. A su talento natural para manipular técnicas y materiales diversos, hay que sumarle una capacidad única para asimilar las tendencias artísticas de su época. La influencia europea de su formación, junto con el legado cultural americano, el muralismo mexicano y la historia nacional se mezclan en su obra. 

Antonio Berni nace el 14 de mayo de 1905 en Rosario, provincia de Santa Fe, siendo menor de tres hermanos de un matrimonio descendiente de piamonteses por el lado de la madre, y de un sastre italiano de Domosodola. Su iniciación artística se produce a los once años en su ciudad natal cuando ingresa como aprendiz en un taller de vitrales. “La firma se llamaba Buxadera & Cia. – contaba el artista-, había un italiano que dibujaba todo el día y él fue quien le dijo a mis padres que tenía condiciones para la pintura, pero como no había academias en Rosario, aconsejó que me mandaran a ese taller, que allí me ayudarían y que además podría llegar a ser ayudante”.  

Aprende a esmerilar vidrios, a filetear vitrales, a realizar moldes con betún y a dibujar, bajo la supervisión de sus maestros catalanes: el propio Buxadera y Enrique Munné. Paralelamente, asiste a las clases de pintura de Eugenio Fornels en el Centro Catalán. 

Es en esa época cuando fallece su padre, quien había regresado a su patria para incorporarse al frente italiano durante la Primera Guerra Mundial. En 1925 obtiene una beca del Jockey Club de Rosario para perfeccionar sus estudios en Europa. Visita España, Italia, Bélgica, Holanda y, finalmente, se establece en París. Allí se junta con varios argentinos que también estaban completando su formación artística y con los cuales sería considerado más tarde integrante del llamado “Grupo de París”: Aquiles Badi, Héctor Basaldúa. Alfredo Bigatti, Horacio Butler, Juan del Prete, Raquel Forner y Lino Enea Spilimbergo, con quien inicia una larga amistad. Tras algunas experiencias derivadas del cubismo y del fauvismo – adquiridas en los talleres de André Lhote y Othon Friesz-, Berni se inclina hacia la poética del surrealismo, que, por entonces, sacudía la escena del arte europeo proclamado los postulados de Freud en la utilización de los elementos inconscientes para la creación de imágenes artísticas. “Epater le bourgeois” (escandalizar al burgués) exhibiendo los deseos censurados de la condición humana, como en la película El perro andaluz que, por entonces, filman Carlos Buñuel y Salvador Dalí. “En ese momento era toda una visión nueva del arte y del mundo, era la corriente que representaba a toda una juventud, su estado anímico, su situación interna después de terminada la Primera Guerra Mundial. Tuve relaciones amistosas con muchos surrealistas como Louis Aragon y André Breton. El surrealismo fue para mí un campo de experimentación, porque yo estaba abierto a todo”. Un cuadro representativo de esta época es Susana y el viejo, que alude al voyeurismo de un hombre mayor espiando a una muchacha desnuda recostada sobre una cama. 

En 1931 Berni regresa a la Argentina con su primera esposa, la francesa Paule Cazenave y Lily, su hija recién nacida. La vuelta al país marca abruptamente su vuelco figurativo hacia una propuesta comprometida con la denuncia de la injusticia social y la defensa de los humildes. La crisis de los años treinta con su secuela de desocupación y ollas populares invade su obra. Como ser que vibra al contacto del dolor humano, Berni dará testimonio de la dura época que le toca vivir en obras como Desocupados o Manifestación. Figuras monumentales de concepción escultórica, presentadas frontalmente, con una expresión que adquiere matices clásicos, en un tiempo inmovilizado, testigos de una sociedad agraria cuyo protagonista, el inmigrante europeo, es un marginado. La sobria serenidad y el gesto meditativo alternan con la rusticidad y el dolor contenido. Son composiciones con un ordenamiento riguroso del espacio, similar a la caja escenográfica del teatro: figuras en primer plano con un fondo de paisaje o con un fondo neutro como telón. Para retratar a los protagonistas de sus cuadros parte de la fotografía como un medio eficaz de registro. “A mí siempre me ha interesado mucha la documentación fotográfica y la he empleado en toda mi obra, ya sea directamente por mí o sacada de diarios y revistas”. Berni indaga la crónica cotidiana y la eleva a la condición de gesta épica. “La verdad también está en los libros y en las obras de arte. Claro que, para que ocurra esto, el artista o el escritor tienen que estar en la calle y meter la calle en los libros y en los cuadros. Yo trabajo con lo que está a mi alcance, con lo que me rodea con aquello entre lo que vivo”. Junto con Castagnino, Policastro y otros artistas del Litoral funda el movimiento que denomina Nuevo Realismo. Las imágenes que crea se pueden leer con la limpidez de un texto persuasivo, porque en su filosofía y en su postura ideológica el arte debe testimoniar la historia. 

El año 1933 marca un hito importante en la trayectoria del artista. Ese año visita nuestro país el gran muralista mexicano David Alfaro Siqueiros, quien forma un equipo con Berni, Spilimbergo, Enrique Lázaro y Castagnino para realizar un mural en la residencia de Botana en Don Torcuato. Siqueiros y Berni intercambian ideas, aunque no siempre coincidencias, ya que el autor argentino advierte la imposibilidad de llevar a cabo una experiencia muralista semejante a la mexicana. Argumenta con agudeza que la situación en la Argentina no es equiparable a la de México, donde una revolución triunfante había puesto a disposición de los artistas las paredes de los edificios públicos y privados para llevar a cabo sus frescos, lo que no se daba en la Argentina. Sin embargo, esta experiencia fue fundamentalmente provechosa para Berni como antecedente para los murales de la Galería Pacífico de Buenos Aires que ejecuta en 1946 en colaboración con Spilimbergo, Castagnino, Demetrio Urruchúa y Manuel Colmeiro.    

Entre 1935 y 1946 Berni es Profesor en la Escuela Nacional de Bellas Artes. En un medio que ya no duda en conferirle las más importantes distinciones, obtiene el Gran Premio de Honor de Pintura en el Salón Nacional y es becado por la Comisión Nacional de Cultura para realizar estudios sobre el arte precolombino y colonial. Viaja por Bolivia, Perú, Ecuador y Colombia. En la década del cincuenta Berni reside alternativamente en Santiago del Estero con su nueva mujer, Nélida Gerino, y su segundo hijo José Antonio. En el ciclo de Santiago, Berni registra el éxodo de un pueblo con imágenes sentimentales de colores terrosos. Migración, La marcha de los cosecheros y Los hacheros, entre otras, son internas de los campesinos santiagueños que van a Tucumán en época de zafra, y que terminan migrando en masa a la gran ciudad. Se advierte la presencia de un mundo que aparece como el testimonio mudo de algo en  vías de disolución. Cuadros que poseen los gestos y la quietud de lo trágico, que nos instalan en un presente de personajes que miran silenciosos como víctimas de una historia que padecen.

Reiniciados sus viajes a Europa, Berni introduce en su obra experiencias técnicamente vinculadas con el informalismo. Usa una textura densa donde la materia se vuelve espesa por la superposición de gruesas capas de pintura, como en La carnicería. Más tarde, incorpora a sus trabajos el collage y el assemblage. De esta manera, suma a los medios pictóricos todo un repertorio de objetos de desecho, de chatarra, de materiales de residuo que reflejan la miseria cotidiana en las villas marginales de la gran ciudad. Sobre esta base, hacia 1960 Berni crea la historia de Juanito Laguna y Ramona Montiel, dos personajes que serán protagonistas de todo un ciclo narrativo. Juanito es el chico de la villa de emergencia al que presenta en sus ocupaciones cotidianas en procura de la subsistencia o en sus juegos dominicales. “Una tarde nubosa y fría – recordaba el maestro-, mientras recorría la villa miseria de Juanito se produjo un cambio radical en mi visión de la realidad y en su interpretación. Venía a descubrir en los baldíos una dispersión de materiales abandonados que componían el auténtico ambiente de Juanito Laguna: maderas usadas, botellas vacías, cajas de cartón, chapas, etc. A partir de ese día cada vez fui menos a comprar pomos de colores porque, en el suburbio donde habitaba Juanito podía encontrar los componentes de mis telas. Así comencé el ciclo de collages con la historia de Juanito Laguna.”

Ramona, por su parte, es la muchacha humilde, sensual y desprotegida, que se entrega a la prostitución conservando, sin embargo, su ingenuidad y pureza. “Las sedas chillonas, las pasamanerías y el oropel forman la parte principal del decorado sofisticado de Ramona, que sólo puede gozar transitoriamente de ese lujo imitativo de las vanidades del gran mundo”. 

En 1962 Berni recibe un reconocimiento mundial, al serle otorgado el Gran Premio de Grabado en la XXXI Bienal Internacional de Venecia. En este campo produce una completa innovación al enriquecer el grabado con el collage, cuyo espesor le confiere la calidad de un bajorrelieve. Berni explica de este modo el procedimiento técnico: “Mis xilocollage- relieves se llaman así en primer lugar por el sistema de copa a la prensa semejante a la xilografía, lo del collage por la razón de usar en la matriz formas hechas pegadas o moldeadas al negativo, por último lo de relieve es referido al volumen obtenido, en algunos casos hasta cinco o más centímetros de espesor, enriquecido a la vez por el entintado de la plancha del que se impregna el papel gracias a la presión recibida a su paso por la prensa”. 

En los últimos años, el artista reside en Buenos Aires, aunque frecuenta largos periodos en París y en Nueva York. Se une a Silvina “Sunula” Victoria, su compañera final, quien lo recordaba como “Un glotón del conocimiento y un genio. Nadie puede imitarlo en su libertad, ni una mujer, ni un partido, ni la policía, ni el miedo”. Su residencia en Nueva York marca una explosión de color en su pintura, con cierta influencia de Pop Art. En obras como El gran mundo y Las modelos se vislumbra ironía y mordacidad para denunciar a la estereotipada frivolidad y los hábitos consumistas de los nuevos ricos de la sociedad porteña. “He sido siempre una persona un poco dispersa – afirmaba el maestro poco antes de morir-, pero creo haber tenido la suerte de tener una especie de columna vertebral o de eje central que ha estructurado toda mi vida, y ese sistema vertebral ha sido el arte”.

Antonio Berni fallece en Buenos Aires el 13 de octubre de 1981. 

POR LAURA BATKIS