Rogelio Polesello – La mirada permanente

Febrero 2007. Nº35.

De vacaciones en Punta del Este, Laura Batkis se encontró con Rogelio Polesello en una paradisíaca casa en Laguna del Sauce. No pudo evitar el llamado al deber, sacó el grabador y se pusieron a charlar largo y tendido sobre arte y otras cosas.

Es uno de los artistas más conocidos por la gente masivamente y ahora también es reconocido por la “elite intelectual” que lo descubre como pionero en abstracción geométrica. 

Laura Batkis: Me decías que te sentís un sobreviviente…

Rogelio Polesello: Sí, soy un sobreviviente. Tengo sesenta y siete años, vi pasar los inicios del Di Tella y expongo desde 1958. Soy un sobreviviente inquieto, apasionado y hermoso, como cuando tenía veinte años, y estoy en unas condiciones que me fascina ser como soy y que me permite soñar como un pendejo, que es como me siento. 

¿Cómo se mantiene una trayectoria de cincuenta años, estando en la cresta de la ola, siempre en el candelero y vigente? 

Olvidándose de que uno quiere mantenerse. Hay que hacer todo al revés. Uno tiene que seguir haciendo sus cosas todos los días, y hay algo que para mí es un ejemplo: hace poco vi en el Malba una muestra de Lichtenstein con estudios preliminares que me pareció formidable. Veía las fechas y nos pasó lo mismo a todos, y es que en ese momento los artistas queríamos mostrar la obra grande, la obra terminada y ejemplar, no mostrábamos los bocetos. Y creo que lo que está pasando hoy es que la gente quiere saber de dónde salió todo eso. De allí la importancia de los proyectos y estudios que nadie mostraba en aquella época, pero hoy sí, porque ahí se ve el trayecto de una carrera. 

En la muestra que se hizo ahora en el C.C. Recoleta sobre el Patrimonio del Banco Ciudad, había una obra tuya del sesenta que parece hecha por artistas jóvenes emergentes de hoy, ¿te das cuenta de eso? 

Sí, porque en el fondo es como que el artista es un monotemático. Siempre recuerdo algo que decía Alejandro Otero, un gran artista venezolano, y es que en la vida hay que tener una sola idea buena. Y creo que lo que está pasando con mi obra es el rescate de esa cosa profunda de cuando uno hizo las primeras líneas, donde ya se anunciaba lo que venía. 

¿Cuál es tu primera idea? 

A mí me interesaba sobre todo construir. Vengo de una familia de italianos, friulanos, vénetos, de donde todos necesitaban salir de la guerra y construir de nuevo todo. A mí me esa parte, la mamé muy de chico y mi interés siempre fue construir, tanto con imágenes como con ideas, donde el protagonista era yo.  Admiraba las historietas Harold Foster, Alex Raymond y Hugo Pratt. 

También es una construcción a partir del color y de la gráfica. Yo siempre luché a favor de la gráfica, que era lo que tenía que ver con mi trabajo desde el inicio. Pero en esa época hablar de gráfica era como algo prohibido. Imaginate en el año ´55, decirle al profesor de Bellas Artes que uno trabajaba gráficamente era como una ofensa. Ahora me doy cuenta de que todo lo que propuse en esa época tiene que ver con lo que hacen los artistas hoy. La gráfica es la que quedó como una cosa permanente porque tiene que ver con las ideas y con los planteos. 

En estos últimos dos años hubo como un descubrimiento de Polesello: el Premio a la Trayectoria de la Asociación de Críticos de Arte, el éxito de tu retrospectiva en el C.C. Recoleta. Y Como ahora se acercan coleccionistas del mundo entero, en la Argentina los coleccionistas locales empiezan a reparar en vos. 

En la Argentina, el artista tiene que ser un personaje patético. Los artistas afuera viven como príncipes, tienen talleres maravillosos, ayudantes. Creo la muestra retrospectiva que hice en 2005 en el Centro Cultural Recoleta fue realmente importante, por el planteo de tratar de mostrar la relación que existía entre los trabajos del año ´58 y los últimos, en donde se entendía entonces el por qué de distintas etapas mías. En las obras últimas muy geométricas y distorsionadas por encima, eso viene a partir de los acrílicos del sesenta, que distorsionaban las imágenes. 

¿Vos mismo te diste cuenta de esa idea base que sigue a lo largo de toda tu trayectoria?

Sí, siempre lo supe. Lo que me faltaba era el lugar y la precisión para poder mostrarlo. 

¿Y creés que el público pudo darse cuenta de ese hilo conductor?

Creo que por lo menos una parte de la gente entiende de qué se trataba. Y pienso que el texto de Mercedes Casanegra en el catálogo fue muy oportuno; dejó en claro un montón de cosas y además la muestra estaba montada de una manera en que didácticamente se podía entender el por qué de todo lo que había pasado.

Están buscando obra geométrica de los años sesenta en los museos del exterior, como la obra de Julio Le Parc. 

Una de las cosas que más me fascina en este momento es saber que todo va a llegar y que todo va llegando. Porque siento que no me equivoqué en lo que planteé desde el inicio. Lo que pasa es que mucha gente no lo vio, como no ve otras cosas. Con Le Parc fuimos compañeros en la escuela, trabajamos mucho juntos. Y nuestro interés en la geometría empezó a raíz de una muestra de Vasarely que se hizo en 1958 en el Museo Nacional de Bellas Artes. La recuerdo como una exposición que deberíamos verla ahora todos, junto con otra de Ben Nicholson. Fueron puntos de partida para América Latina, porque llegó a Buenos Aires después de pasar por Venezuela y Brasil. Muchas de esas obras tenían que ver con lo que luchó Sofía Imbert para traer esa tendencia a América Latina. Esa muestra me marcó y rescató mis ancestros que tiene que ver con el Friul y con Venecia en la talla de los vidrios. Cada artista, a partir de esa muestra, tomó su camino, por ejemplo Soto, Cruz Diez, Le Parc, yo.

Estás en un momento muy especial de tu vida, teniendo un reconocimiento en la Argentina por parte de críticos y coleccionistas. Asimismo, estás vendiendo bien a gente del exterior. 

Sí, esa es otra de las cosas que está pasando, que en el mundo se interesan por lo que pasó en los años sesenta en la Argentina, algo que ni los argentinos nos damos cuenta. Pero fijate qué curioso, también pasó con Xul Solar: hace 10 años nadie se interesaba por su obra, también pasó con Torres García. Creo que los argentinos son un poco lentos. Pero por suerte el mundo se ha globalizado y las cosas funcionan de otra manera. Está bueno tener reconocimiento en vida, sabemos que no es común en los artistas plásticos. Hay una bohemia de vivir y morir muy mal, pobre y sin ser reconocido. Yo no quiero morir mal ni pobre, es una decisión, y estoy haciendo cosas importantes así que tengo que estar preparado para algo mejor todavía, que es lo que está por venir. Por eso puedo tomarme este descanso en Punta del Este y disfrutar y olvidarme de un montón de cosas. 

Para el mundillo del arte en Buenos Aires, que un artista esté veraneando en Punta del Este puede parecer como una frivolidad. ¿Sentís eso? 

Sí, lo he sentido, y no me interesa lo que digan. Creo que necesito lo que necesita mi salud. Y ahora necesito descanso, mar. Miro mucho, tengo todas las antenas puestas, tomo notas, recorto cosas. Me dejo estar en esa línea de flotación, en esa levitación estoy mirando acá, en mis vacaciones, lo que me pertenece. Es un paréntesis necesario. Es un lujo llegar a disfrutar de lo que hice con todo mi trabajo, y de lo que voy a seguir disfrutando con lo que seguiré trabajando. 

¿Hacia dónde va tu obra? Hay algo más libre en tu trabajo actual, más expresivo. 

Ahora lo que más me interesa es la distorsión de las cosas, porque creo que en todo ser humano cuando se tiene una edad determinada, todo se empieza a distorsionar, se ablandan las relaciones, todo es como una nueva forma de mirar y de ver las cosas. Uno puede ser más tolerante. El otro día leí algo en un reportaje de Charly García que me pareció fascinante. El habla de la distorsión, porque dice que dentro de toda esta cosa tecnológica de hoy sigue siendo un artista no tecnológico. Que le interesan los ruidos de los discos de pasta. Yo no manejo ningún aparato, todo lo hago manualmente y creo que una de las cosas que más me fascina es que soy un artesano de todo lo que está por venir. La tecnología es solamente una herramienta. Me gustó eso que dijo Charly, que la tecnología es algo frío, cualquiera lo puede hacer, pero que a él le gusta la parte humana. A mí eso me interesa muchísimo, por eso mis cuadros tienen pasta, defectos, un montón de cosas que de manera impresa no se podrían hacer.

Vos sos tu propia empresa. Trabajaste con muchas galerías, pero tu carrera la manejaste siempre vos. 

Sí, nunca encontré una galería que me superara. Estoy seguro de que la voy a encontrar, me gustaría tener un representante en el mundo entero, no local. 

¡La hacés, la vendés, la cobrás, y establecés tus propios contactos en tu actividad social! 

Sí, porque no tengo más remedio. Mi forma de pensar es como la de los grandes diseñadores, que de pronto hacen sus diseños y tienen distintos representantes en diferentes lados, entonces le otorgan la representación a tal persona. Creo que esa es la forma en la que deberían trabajar en un futuro los artistas, o las galerías de los artistas. A mi no me tocó, pero sé que existe y funciona. Me encantó por ejemplo ver cómo funcionaba todo eso en la última feria de Arco en Madrid, donde estuve representado con Jorge Mara, y ver cómo se hace en la Feria Basel Miami, en la que participé con Cecilia Torres. Creo que hoy el artista y la galería tienen que trabajar en forma conjunta, no aisladamente. 

Vos tenés algo que se encuentra en pocos artistas: no le tenés fobia a las inauguraciones ni te alejás del exhibicionismo masivo. 

No, para nada, no tengo esas fobias. 

¿Y como te ves en el futuro? 

Puedo esperar el tiempo que quiera, tengo tiempo todavía, sé que tengo material, que lo que he hecho es importante. Lo que va llegando cada vez se fortalece más y es un peldaño más, pero hay que quedarse tranquilo. Esos artistas jóvenes que se vuelven locos, que quieren llegar pronto con carreras meteóricas con falta de trabajo, eso no sirve. 

¿Qué sería llegar? 

Llegar sería algo como seguir trabajando en lo que uno cree, y que eso tenga un desenvolvimiento normal. No es que hay que inventar una cosa cada 10 minutos, porque entonces se hace una Feria de novedades.  Lo bueno es cuando uno se centraliza en su trabajo. 

Vos viviste los míticos años sesenta, ¿fueron tan gloriosos? 

Recuerdo los años sesenta con mucha euforia.  Fueron momentos increíbles. El Di Tella fue fascinante, Romero Brest era un motor, todo lo que sucedía era de una energía poco común que no existe hoy. No lo encuentro ni siquiera en los jóvenes ahora. Hoy cada uno hace lo suyo de manera individual; antes era una experiencia más colectiva. Para mí el Di Tella fue mi segunda casa, yo era muy pendejo, me encontraba con artistas, trabajaba como loco de cadete durante el día y a la noche iba a las reuniones, conocía gente. Insisto, mucha energía en una época en la que no había la comunicación que existe hoy. Internet hace milagros, pero también sepulta a mucha gente porque no hay tiempo de digerir. 

No sos un resentido, siempre aceptás los cambios, no tenés esa cosa de “el pasado fue mejor”. 

Es que hay que adaptarse a lo que está pasando, el mundo cambió mucho. Hoy todo es mucho más dramático y violento, entonces hay que aceptar que la comunicación genera también cambios por la crudeza y la velocidad que te demuestra lo que está pasando y para soportar hay que tener un eje emocional, es fundamental. 

¿Y el éxito?

Hay que olvidarse del éxito. De pronto está, pero no importa. Por eso creo que puedo tomar quizás con un poco de frivolidad esta cosa del mundillo del arte. El éxito no es necesario, no sirve para nada, pero cuando llega hay que saberlo tomar. Tampoco perdura, hay que tomarlo como una buena comida y listo, como: “hoy tomé un buen champagne, mañana empiezo el régimen de nuevo”, volver a trabajar, empezar de nuevo y listo. No vivir de la nostalgia. 

¿Qué es el arte para vos, que es esto a lo que te dedicás? 

A veces no tengo la menor idea. Sé que cuando nací me gané una beca eterna. Y la sigo porque me encanta. Haber nacido con una sensibilidad para decantar las cosas que me gustan y relacionarlas es bárbaro, en última instancia eso es el arte, relacionar una cosa con otra, como el ojo que piensa, y cuando se produce ese encuentro hay un chispazo, entonces hay arte. 

POR LAURA BATKIS