Sebastián Gordín

Espacio Fundación Telefónica (Buenos Aires). Enero/ febrero de 2004, Nº199/200. 

La Fundación Telefónica en la Argentina inauguró un espacio dedicado a la cultura. Bajo la curadoría de Andrés Duprat se presenta la muestra Pequeños reinos de  Sebastián Gordín (1969). El artista elige el clima  de las películas norteamericanas de terror de los años 30 de Bela Lugossi y Boris Karloff. Un pasado teñido de la melancolía letal de la infancia. La utopía de la Unión Soviética, la Argentina del progreso, las series televisivas en las que el enemigo estaba definido por camaradas de la KGB, y agentes comunistas que traían el mal desde los países del Este. Cuesta abajo es una cacería humana donde la víctima es un muñeco de nieve llevado a la hoguera por gendarmes. Gordín elabora en Justine la plaza de una ecléctica Ginebra con reminiscencias suizas, para recorrer la trama de Frankenstein. La resina poliéster está trabajada de manera opuesta al carácter “artificial” del material sintético, porque el artista resalta el paso previo del modelado en arcilla dejando rastros de gestualidad, que en algunos casos parecen pequeñas esculturas de bronce, lo cual confiere a sus trabajos un anclaje en modelos de la escultura ligada a Rodin. Los personajes son siluetas blancas, asexuadas. Seres vulnerables dominados y dominables por un entorno en el que solamente pueden asistir sin ninguna posibilidad de participación. Observan el momento posterior al ahorcamiento y la bajada del cadalso. La fantasmal vampira Carol Borland, es como una aparición de la película Drácula, donde las víctimas llevan la marca del vampirismo checo. El Monumento a los héroes con show de aguas danzantes de las noches de verano es el trabajo más categórico del monumento argentino sobre el recuerdo en granito y bronce de los próceres locales; desproporcionado, con  las aguas danzantes sin funcionar, presenta esa manera escolar de escribir la historia, donde se reproduce una guerra que nunca existió, con la iconografía del rescate del soldado herido, que con cierta ironía alude también a las estampitas de los bomberos voluntarios, las piedritas de ladrillo para decorar,  y el típico bajorrelieve en la parte inferior. 

La luz azulada en penumbras de toda la muestra acentúa el género de la exposición. La muestra es un Nocturno, con el blanco de la luna llena, un réquiem de un pasado extinguido, en el que se debatían ideas de culpa, redención, piedad, y la tensión inquietante de la ambigüedad moral. Reliquias que marcaron el rumbo de algunos ideales que se debatieron en el pasado siglo XX. 

POR LAURA BATKIS