XII Feria de Madrid: El ARCO de las galerías

Buenos Aires, 23 de Febrero de 1993.

La Feria de Arte Contemporáneo de Madrid, en su versión ’93, convocó a las principales galerías del mundo durante una semana. El mercado bajó de las nubes especulativas. El que sigue es un panorama al cierre de la Feria. Dos galerías y once artistas argentinos, presentes. 

Acaba de finalizar la duodécima edición de ARCO, la Feria Internacional de Arte Contemporáneo de Madrid, que tuvo lugar en el Pabellón de Cristal de la Casa de Campo. Este año el evento estuvo dedicado a Joan Miró en conmemoración al centenario de su nacimiento, y contó con la participación de 133 galerías –67 nacionales y 66 extranjeras–, procedentes de 21 países. De la Argentina concurrieron Alvaro Castagnino, con obra de Nora Correas y Oscar Serra; y Ruth Benzacar, que este año viajó con el auspicio de la Secretaría de Cultura, con trabajos de J. Bedel, L.F. Benedit, R. Elía, el norteamericano J. Kosuth y el español Broto. La presencia argentina en la Feria estuvo dada también por artistas representados por otras galerías internacionales, como Roberto Aizenberg y Alberto Greco (Jorge Mara, Madrid); Guillermo Kuitca (Barbara Farber, Amsterdam); Luis Frangella (Buades, Madrid) y Lucio Fontana en locales italianos. En comparación con otras ediciones, la recesión económica ha provocado una disminución en un 30 por ciento menos de participación de galerías, y la entrada de otros países al mercado internacional de arte, como Andorra, Croacia, Estonia, Letonia, y las tres galerías de Australia, que salen a escena con el apoyo financiero de su gobierno como parte de la nueva política cultural australiana dirigida a expandir sus fronteras. A pesar de los lamentos exagerados de los españoles que añoran “la movida”, la crisis no impidió una recuperación en beneficio de un arte de mejor calidad, con la desaparición de los especuladores que en el fervor histérico de los años ochenta inflaron los precios hacia alturas desorbitadas. En este sentido, resultó curioso ver a los neoexpresionistas de aquellos años dorados, colgados como artistas consagrados con carreras concluidas, con la paradoja de pertenecer a un pasado reciente, compartiendo la tercera planta del recinto junto con los maestros del arte contemporáneo. Barceló, Clemente, Schnabel y Andy Warhol (Bruno Bischofberger, Zurich); Robert Longo y Roy Lichtenstein (Hans Mayer, Düsseldorf), y la profusión de cuadros de Antoni Tapies, delegado español en la próxima Bienal de Venecia. La galería de Barcelona Joan Prats se destacó con obras de Perejaume y Carlos Pazos, y polígrafa con la gráfica de Christo. Muchas galerías expusieron a figuras relevantes del conceptualismo de los años setenta. Es el caso de la artista alemana Hanne Darboven, con la frialdad distante de 7 paneles y 1 index seriado de cálculos matemáticos (Ascan Crone, Hamburgo). La galería italiana Giorgio Persano (Torino) trajo obras de artistas del arte povera, como Per Barclay, con un habitáculo de aluminio, vidrio y agua, y un trabajo de Calzolari realizado con sal, plomo y pétalos de rosas secas. 

De la vertiente del conceptualismo español, se vieron las obras con cristales, plomo y cultivos orgánicos de Nacho Criado, como el fragmento de la instalación Umbra zenobia en el stand de Masha Prieto (Madrid).

Entre los artistas más jóvenes seguidores de las vertientes del land art y el ecologismo, el español Pedro Mora (1961) realiza locaciones topológicas con residuos minerales (Soledad Lorenzo, Madrid). La vertiente política, centrada en una estética de la denuncia, estaba representada en la instalación del chileno Alfredo Jaar. En su Escalera al cielo, una caja de luz proyecta de un lado la imagen del océano Atlántico y la sobreimpresión de un fragmento del diario de Colón; del otro lado de la caja, una foto de los garimpeiros de las minas de Sierra Pelada en Brasil se refleja en espejos con marcos dorados dispuestos en forma ascendente sobre la pared (Grita Insam, Viena). Es interesante la obra de artistas portugueses como Juliao Sarmento (1948, galería Cómicos, Lisboa) y del neominimalista Gerardo Burmester (1953), con sus estructuras de madera de raíz, fieltro, terciopelo y cuero (Pedro Oliviera, Porto). La galería de Colonia Tanja Grunert presentó uno de los mejores stands de esta Feria, con un montaje impecable de Thomas Locher (1956), Rolf Walz (1958) y el español radicado en Alemania Julio Rondo (1952). Partiendo de objetos manufacturados, Rondo hace una reelaboración centrada en su memoria personal, y selecciona ciertos datos como títulos de canciones de Miles Davis o el número de código de un disco fonográfico, que pinta con laca de oro por detrás de un vidrio que deja traslucir superficies monocromas. Locher enfrenta sillas de escuela de los años 50 con inscripciones en distintos idiomas que repiten un mismo texto: “Si nos hubiéramos buscado nos habríamos encontrado”. La emoción contenida de toda la instalación se completa con el espejo cubierto con acrílico colorado de Walz, que refleja ambiguamente la sugerente belleza del conjunto. La reproducción mecánica de la imagen es hoy una técnica usada de manera habitual en sus diversas vertientes. Fotografías, fotolaminados, impresiones con láser y fotocopias pudieron verse a lo largo de todo ARCO, como en las obras de Ian Wallace, Jeff Wall, y el finlandés Arto Forsblom (1951) que en su Homenaje a los voyeuristas expuso cajas de piel con un orificio donde se veían mujeres desnudas masturbándose con guantes de seda. 

En la segunda planta del recinto estaba Videoarco, sección que agrupa a las obras hechas con nuevas tecnologías, no sólo en el ámbito del video sino que incluye además la infografía (imágenes por computadora) y la holografía. En el espacio de la productora La Confusión Española, el director argentino Nicolás Sarudiansky (1966) exhibió la videoinstalación Porno. Se trata de una cocina a gas con un tubo de televisión empotrado en el visor del horno. El programa es un pollo que se va cocinando en tiempo real, con una duración de 1h20m. La idea es trabajar con elementos figurativos virtuales dentro de objetos reales, enfatizando al máximo las condiciones propias del video, como la precisión y la fidelidad de la imagen. Es una estética radical, que documenta un hecho cotidiano sin ningún tipo de recreación, con reminiscencias del pop americano como en The Sleeper de Andy Warhol, que filmó a una persona durmiendo, en tiempo real. Es la segunda vez que Sarudiansky se presenta en Videoarco. En 1990 llegó con su premiado Tiburón (de 1989) al stand del ICI, y decidió radicarse definitivamente en Madrid.

Arco se completó con un lugar dedicado a instituciones, publicaciones, editoriales y actividades culturales, que incluyeron una serie de coloquios sobre “El arte y los media”, referidos a la prensa, la crítica y la televisión.

POR LAURA BATKIS desde Madrid