Septiembre 2005 – N° 128.
Entre los pintores más jóvenes muchos han retomado la tradición pictórica. Es el caso de la muestra de Juan Becú, Alejandro Bonzo y Nahuel Vecino en la galería Sara García Uriburu. Un curioso retorno a la pintura justo en el momento en el que las nuevas tecnologías se propagan paralelamente en las muestras de arte. Pintan con una precisión detallada, se permiten retomar la imagen figurativa, copiando de fotos o del natural. Es notorio como en varios de estos artistas, el referente ya no es la escena internacional, sino que nutren su repertorio mirando los amarillentos fascículos de Eudeba y Viscontea de artistas argentinos. Ediciones que coleccionan como objetos de culto encontrados en librerías de viejo de la calle Corrientes y en los libros publicados más recientemente por el Banco Velox junto con catálogos actuales de muestras en instituciones y galerías.
Es el caso de Juan Becú (1980), que admira fervorosamente la pintura de Lacámera, Cúnsolo, y admite que su paseo preferido es visitar la colección del museo Quinquela Martín en la Boca y la sección argentina del Museo Nacional de Bellas Artes. El paisaje urbano es el tema de las obras de Alejandro Bonzo (1976). Edificios con las cortinas bajas, quietud y soledad extrema. Toda una iconografía de la ausencia pintada con colores estridentes y brillantes, con una imagen plana en esmalte y óleo sobre madera, de la que surge una mezcla entre el clima de la pintura de Lacámera, Hopper, David Hockney y las inevitables citas de quien fue su maestro, Pablo Suárez.
Nahuel Vecino (1977) dibuja con sanguínea tomando la iconografía del realismo socialista y pinta al óleo figuras macizas, escultóricas, con “ese pardo barroso, húmedo, de la cuenca del Río de la Plata y de su escuela pictórica”, como escribe Gumier Maier en el prólogo de su última muestra en el Malba.
Coincidiendo con el estilo “anónimo siglo XXI”, parecido a todas las ferias y bienales de arte, en estos artistas se vislumbra lo opuesto a este anonimato neutro. Pintan con un lenguaje contemporáneo tomando referentes locales sin acudir a la cita folklórica.
Se puede pensar este movimiento como un intento, tal vez muy incipiente aún, de diseñar un modelo de arte, de vida y de pensamiento propio. Sería interesante esbozar una historia del arte argentino escuchando el latir de los artistas sin ahogar su sonido personal y evitando imponer marcos teóricos predeterminados y universales. Aceptar la convivencia de otras historias del arte junto con alguna versión que use como fuente legitimadora la emoción razonada de la obra en contacto directo con aquel que la mira.
(Galería Sara García Uriburu, hasta el 24 de septiembre).
POR LAURA BATKIS