Claudio Cerini: Los nuevos coleccionistas de arte

Septiembre de 2005 – N° 128.

Se define como un estilista del pelo. Estudió en Londres con Vidal Sassoon. En 1985 abrió su primer salón con 2 personas. Hoy tiene 300 empleados a su cargo en sus tres locales. Padre de dos hijas y esposo de María, empezó a coleccionar arte hace 5 años, cuando se mudó al edificio neoclásico de Talcahuano y Arenales, un piso más arriba de donde alguna vez vivió Ruth Benzacar.
A los 45 años, encontró en el arte algo que le da tanto placer como su propio trabajo. Prefiere comprar obras de artistas de su generación. Recorrimos su casa, donde hay obras de Gumier Maier, Román Vitali, Oscar Bony, Mondongo, Ernesto Ballesteros, Liliana Porter, Lux Lindner, Fabio Kacero, Marcelo Pombo, Miguel Harte, Eduardo Arauz, Benito Laren, Flavia Da Rin, Gachi Hasper, Mariano Vilela, Fabián Burgos y Alfredo Londaibere, entre otros, y nos contó en esta nota cómo empezó a coleccionar.

Arte al Día: Cada obra tiene su historia, ¿cómo fue que adquirió una pieza de Oscar Bony?
Claudio Cerini: Yo a Oscar lamentablemente lo conocí en sus últimos diez días de vida. Con un amigo lo fuimos a ver porque él necesitaba el dinero para pagar los costos de su enfermedad. Era triste porque uno sabía la necesidad que él tenía de ese dinero, pero a la vez había obras, como la que yo tengo, que no quería vender, “SW 38 largo sobre blindex”, de 1993. Finalmente me la vendió, es un balazo, junto con otro que devolví donde estaba la palabra “utopías” baleada.

AAD: ¿Por qué la devolvió?
C.C: Se la devolví a su hija cuando él murió, porque yo creo en las utopías.

AAD: ¿Usted se conecta de manera personal con las obras?
C.C: Sí, además las cuelgo acá en mi casa, donde vivo y las veo todos los días.

AAD: En la entrada de su casa hay un enorme jardín bordado en cuentas de colores de Román Vitali.
C.C: Lo que pasa es que yo soy muy urbano, mi casa no tiene jardín y cuando vi esta instalación en una muestra pensé que era una buena manera de recrear en mi casa mi propio jardín. Me provoca alegría, por los colores, y además me parece que es un contrapunto con lo pesimista que tiene la obra de Bony, por eso las puse juntas.

AAD: Tiene una obra de los Mondongo, que cita una obra de Rembrandt
C.C: Me parece una de las mejores obras. Creo que hay pocos lugares físicos que toleran una obra tan grande y yo tenía el espacio ideal. Esta casa es muy clásica en su estructura pero al poner obras muy contemporáneas se equilibra un poco. En esta obra pasa lo mismo, los Mondongo toman un tema clásico como Rembrandt pero lo hacen de manera actual con la técnica de fiambres ahumados y quesos.

AAD: Hay un Siquier ubicado de manera perfecta al fondo de un largo corredor. ¿Lo compró específicamente para ese sitio?
C.C: Sí, aunque la obra siempre me pareció un poco triste, creo que en ese lugar queda bien porque se ve en perspectiva.

AAD: En todo el corredor hay obra de Kacero, uno de sus artistas favoritos.
C.C: Estos trabajos estuvieron en la Bienal de Hong Kong, son diez piezas originales que se relacionan con la arquitectura. A mi me gusta mucho la arquitectura, soy un arquitecto frustrado. Todas estas ecuaciones de formas, líneas y mezclas me gustan mucho porque es un poco lo que me pasa con el pelo, las formas de un buen corte, de un peinado.

AAD: ¿Cómo es esa relación de formas con el pelo?
C.C: Mi formación de pelo es completamente opuesta a la que había en Buenos Aires. Yo me formé en Londres con una búsqueda de la creatividad que no tenía que ver con lo que hasta ese momento se hacía acá. Estudié con Vidal Sassoon, que además era arquitecto. El revolucionó la forma de cortar el pelo en los 60, al usar el estilo francés, que era todo inspiración, no había escuela, entonces tenía que ver con formas mucho más puntuales que después daban una libertad al resolver el corte, a partir de unos lineamientos arquitectónicos que sustentan el peinado. El corte es para mí como los cimientos de una casa. Después viene la decoración, que serían los cuadros.

AAD: ¿Cuando compra una obra, cual sería ese pilar o cimiento del que habla?
C.C: El pilar es la belleza. La búsqueda de las cosas con las que me gusta convivir, que sean bellas, que me den alegría. Me tiene que divertir ver la obra. Hace dos años devolví una obra, un cuadro de Elsa Soibelman que le había comprado a Florencia Braga Menéndez. Al otro día fue tapa del suplemento de cultura de un diario. La obra había subido su valor, sin embargo la devolví porque cuando la vi colgada en mi casa no me gustó, aunque fuera un buen negocio, no quise tenerla.

AAD: ¿Usted quiere conocer a los artistas?
C.C: Es indispensable para mí. Fui a los talleres de todos los artistas de quienes tengo obra. Después el vínculo comercial lo respeto de acuerdo a la galería que lo representa. Me tiene que gustar también el artista. En general me gusta aún más la obra cuando conozco al artista. No he tenido desencantos en ese punto.

AAD: ¿Cómo empezó a coleccionar?
C.C: Cuando me mudé a esta casa, hace cinco años. Necesitaba obra. El entusiasmo me lo transmitió un amigo, Giorgio Alliata. Empecé a ver maestros como Macció y Noé. Ibamos con Giorgio a los talleres de artistas a los que nos llevaba Angélica Formenti. Cuando empecé a ver contemporáneos míos noté que había un vínculo intelectual más fuerte con ellos que con los maestros, es una cuestión generacional. El primer taller que visité fue el de Pablo Siquier. El tenía colgado un Kacero, que me llamó la atención y así fui siguiendo. Lo hacía los lunes y me daba mucho placer. También me gusta la idea de pensar que yo voy a crecer con el cuadro, vamos a tener una historia compartida. Tuve dos obras de De la Vega, pero me avejentaban la casa, y yo tengo una estructura de pensamiento moderno. Hay como una energía en común con estos artistas, vimos las mismas películas, las mismas series, sus influencias tienen que ver conmigo. Los entiendo.

AAD: ¿Le gusta conversar con los galeristas?
C.C: Sí, la obra que está en mi casa la compré en las galerías de Daniel Maman, Dabbah-Torrejón y Ruth Benzacar. Tengo mucha afinidad con Orly Benzacar, le creo. No compro como inversión, sino a partir de mi gusto personal.

AAD: ¿Qué otros artistas quisiera tener?
C.C: Jorge Macchi es el que sigue en mi lista. Siempre me ganan de mano, nunca pude encontrar una obra suya que me haya conmovido y que no la compre alguien antes que yo. Y también me da un poco de miedo su obra por el tema de la violencia, pero está muy estetizada como en la obra de Bony. Si puedo convivir con un balazo, supongo que también puedo hacerlo con los recortes policiales de un diario. Otro artista que me encanta es Guillermo Kuitca. Me gusta toda su obra. Tengo que encontrar la pieza que me conmueva más, pero todos sus períodos me interesan.

AAD: Si tuviera que elegir a un artista entre todos los que están en su colección, ¿cuál sería?
C.C: Fabio Kacero. Tiene un mundo propio, es completamente ajeno a los parámetros de la vida normal, y eso me parece exquisito. Tiene una sensibilidad como pocas veces he encontrado.

AAD: ¿Por qué ha decidido ser un coleccionista?
C.C: Gracias a esto, gracias al arte, encontré un lugar de placer.

AAD: ¿Y cómo era su vida antes?
C.C: Trabajaba más. Ahora encontré algo que me moviliza tanto como cortar el pelo.

POR LAURA BATKIS