El canon de la modernidad y sus variaciones en el tiempo – Hay que ser absolutamente moderno

9 de junio de 2003.

Este año arteBA cambió la consigna de la feria. Ya no se trata de una Feria de Galerías de Arte como en las 11 ediciones anteriores, sino de una Feria de Arte Contemporáneo. Una feria que está orientada por una tendencia. Parte de las exigencias que definen una obra de arte, en un momento y un contexto histórico determinado, es su compromiso con el presente. Cómo se articula esa necesidad en una obra, ya es otro tema. O una pregunta: ¿qué es contemporáneo? En el siglo XIX el ente regulador era la Academia francesa. Determinaba lo propiamente artístico, según el criterio naturalista y neoclásico del momento. ¿Quién se acuerda hoy de Alma Tadema, el exponente más exitoso por aquel entonces del academicismo inglés? Mientras Emile Zola apoyaba a los impresionistas, los rechazados, los que no eran arte en ese momento, la crítica oficial se enfurecía con los <<garabatos de paleta>> de los cuadros de Manet.

En 1873, Arthur Rimbaud escribió: <<Hay que ser absolutamente moderno>>. Hasta que lo nuevo se convirtió en otra tradición y otro academicismo. 

El <<malentendido Duchamp>> generó una cantidad de obras hechas no a partir de una idea, sino de una ocurrencia. El arte contemporáneo ha incorporado distintos lenguajes y nuevos soportes, tales como la fotografía, instalaciones, arte objetual, intervenciones, ambientaciones y todo el espectro de los soportes electrónicos y digitales en todas sus variantes de arte digital y videoarte. La pregunta es: ¿alcanza con incorporar uno de estos elementos para ser actual? 

Definitivamente no. 

Esta feria tiene algo muy interesante; vamos a comparar la novedad de los espacios alternativos (catalogados como Nuevas Expresiones de Arte), con la tradición de otros envíos de galerías más convencionales. Haciendo un recorrido por la sección histórica de la feria, podemos advertir cómo el afán de lo nuevo estuvo presente en el arte argentino de fines del siglo XIX en algunos artistas de la  generación del ‘80. Desde su retiro en las sierras cordobesas, Fernando Fader (1882-1935) se peleaba con su marchand, Federico Müller, como antes y como siempre porque, como decía Baudelaire, la relación entre el arte y el mercado es siempre conflictiva. Aunque hay en su pintura una preocupación por los fenómenos lumínicos (lo que acercaría su obra a rasgos del impresionismo), el artista introduce en sus trabajos algo que lo define, en su momento, como un pintor moderno: la subjetividad y la emoción. En 1917 declara: <<La pintura es un sentimiento, exclusivamente íntimo como todos los sentimientos, reflejados en una tela>>. De este modo, sustituye la narración literaria por la idea pictórica. Un arte de ideas reflejado en una tela. Años después, el genial Antonio Berni crea el realismo social sin desdeñar jamás el interés plástico de sus imágenes, ya sea en las obras monumentales de la década del ‘30 (<<Desocupados, Manifestación>>), como en toda la saga de Juanito Laguna, con la incorporación del collage y el ensamblado. Varias de sus obras anticipan lo que hoy definimos como instalaciones, y sus monstruos tienen rasgos más cercanos al arte objetual que a la escultura. 

Sigamos el recorrido. En 1946, los artistas concretos (Enio Iommi, Tomás Maldonado y Raúl Lozza, entre muchos otros) lideraron la vanguardia constructivista de la década del ’40. Se volcaron hacia un arte <<no- representativo>>, poniendo énfasis en los problemas sintácticos de la forma. En el Manifiesto Invencionista de 1946 afirmaban la necesidad de usar una técnica precisa, la invención y no la creación de carácter romántico y, fundamentalmente, la acción liberadora de este arte nuevo al dejar al margen el idealismo de la representación. Liberación que tendría su accionar en la praxis social revolucionaria. Una utopía liberadora que hoy está más cerca de los remates internacionales de arte que de la lucha de clases. Son las contradicciones del arte. En 1952, se redefine lo nuevo con la creación del grupo Artistas Modernos de la Argentina, lejos del dogmatismo concreto y más ligados a la abstracción libre: José Antonio Fernández Muro, Sarah Grilo y Miguel Ocampo, entre otros. 

VIGENCIA 

A estos nuevos de ayer se incorporan los cuadros monocromos de Clorindo Testa,  las obras de Kasuya Sakai y Josefina Robirosa. Hoy, a sus 81 años, Miguel Ocampo declara: <<En los tiempos de mis inicios, con mis compañeros de generación constituíamos la ‘nueva pintura’, las ‘nuevas tendencias’, las ‘formas emergentes’, eufemismos para dar énfasis a lo que simplemente éramos: pintores que iniciaban su actividad pública>>.

El informalismo fue en 1959 la manera crítica de oponerse al mundo y la cultura, y enfrentarse contra el buen gusto burgués y el arte decorativo: Kenneth Kemble, Mario Pucciarelli, Luis Wells, Barilari, Santantonín y Alberto Greco, entre otros. En 1961 Deira, Noé, De la Vega y Macció también establecen las pautas de <<un arte otro>>: la Nueva Figuración.

Arte BA2003 y la enorme cantidad de muestras antológicas que se exhiben en Buenos Aires son la oportunidad para reflexionar sobre lo que significa ahora ser contemporáneo en la Argentina. Si releemos el <<Manifiesto del arte vivo-dito>>, que Alberto Greco escribió hace más de cuatro décadas, encontramos la clave de lo que implica ser actual en el 2003: <<El arte vivo es la aventura de lo real. El artista enseñará a ver no con el cuadro sino con el dedo. Enseñará a ver nuevamente eso que sucede en la calle. El arte vivo busca al objeto, pero al objeto encontrado lo deja en su lugar, no lo transforma, no lo mejora, no lo lleva a la galería de arte. El arte vivo es contemplación y comunicación directa. Quiere terminar con la premeditación, que significa galería y muestra. Debemos meternos en contacto directo con los elementos vivos de nuestra realidad. Movimiento, tiempo, gente, conversaciones, olores, rumores, lugares y situaciones>>. Hoy los cuadros de Greco están relucientes colgados en esta y otras ferias de arte. Son otra vez las contradicciones que no se resuelven porque, como diría Marcel Duchamp: <<No hay solución porque no hay problema>>.

POR LAURA BATKIS