El Di Tella según Hernán Morán

Buenos Aires, Agosto de 2007. Nº 41.

Hace pocas semanas, cuando la actriz Emilce Karl le dijo a Laura Batkis que había una obra de teatro referida al Di Tella, se metió en el Abasto Social Club para ver Rotary y entrevistó al autor y director.

Los años sesenta están de moda y se revisa esa época desde todos los ámbitos del arte. Hernán Moran escribe y dirige esta pieza a partir de la frustración de los que quedaron afuera del afamado Instituto. 

¿Qué pensás que fue el Di Tella? 

Un estallido importantísimo con respecto a lo que venía sucediendo, un movimiento muy liberador. Hace mucho que yo investigaba sobre esto, y me daba curiosidad todo lo que hacían. El cartel de “Por qué son tan geniales” que Edgardo Giménez, Dalila Puzzovio y Carlos Squirru pusieron en la calle Florida es aún hoy, un hecho muy contundente.

¿Y después del Di Tella? 

Vino un enorme vacío cultural que costó remontar. No quiero tener un discurso pesimista, pero creo que recién ahora de a poco nos estamos acercando a algo mejor. 

Es muy acertada la parte de arte de la obra…

Es que a la par de los ensayos empezamos a hacer junto con los actores un trabajo de investigación. Y nos íbamos entusiasmando a medida que nos enterábamos de la genialidad de los happenings. Lo que hizo Marta Minujín, por ejemplo, fue muy estimulante.   

¿Cómo es la recepción de la gente? 

Se sorprenden de que la obra se base en algo que pudo haber pasado en los años sesenta, y que es muy actual. 

En la obra hacen happenings …

Sí, que salieron de simulacros e improvisaciones. De hecho, estaba la mitad de la obra escrita, la otra mitad la reescribí completamente, más que nada por un método de actuación que de dramaturgo. La idea fue trabajar a la par de la información. No se trataba de memorizarse una lista de nombres sino de hechos y de eventos. 

En la obra ponés la mirada en los artistas que no estuvieron en el Di Tella, y hay cierta ironía en la creación de el “centro de operaciones EeHa” donde se recluyen hasta poder concebir el proyecto que, supuestamente, los hará consagrar.

Sí, porque es una incógnita, y lleva a un tema muy actual y universal que es el lenguaje del artista en sí. La obra, más allá de estar ambientada en el sesenta y de tener como centro el Di Tella, tiene un eje, que es la frustración como estética.

¿Tu formación tiene que ver con las artes visuales?

Sí, hice el bachillerato en la escuela Rogelio Yrurtia en Mataderos, que tiene formación en Bellas Artes. Y el teatro fue un poco un accidente. Con mi grupo de Bellas Artes empezamos a hacer instalaciones a partir de una materia, Morfología. El profesor nos pidió hacer un trabajo donde integráramos varias disciplinas. A partir de ahí, a una profesora se le ocurrió poner teatro como materia extracurricular, íbamos los sábados. Después me anoté con unas amigas en el Centro Cultural Ricardo Rojas, ellas dejaron y yo seguí. Fue como ingresar en otro mundo. 

¿Y la dramaturgia? 

Fue una consecuencia y una necesidad de contar. Empecé a escribir un día con ganas de hacer una obra. Yo escribo lo que hago. Teníamos un grupo de teatro, llevé un material, y ahí empezamos. 

¿Cómo definís tu manera de dirigir? 

Es muy intuitiva, es en base a lo que se que quiero y a lo que escribí, pero lo voy modificando a partir de los ensayos. 

¿Y ahora qué estás haciendo? 

Un semimontado que es parte del Festival Internacional de Teatro que se hace en septiembre. Somos ocho directores que estamos realizando una especie de tráiler teatral en base a un texto de Peter Brook, Hay algo que me golpea. Es un disparador y fue dado por el comité del festival. Por otro lado, estoy ensayando Hipocampo, que escribí yo y que plantea un doble juego entre lo paranormal y lo psicológico.

¿Cómo fue el proceso de Rotary

Empecé a pensar en esta obra en la época en que estudiaba Bellas Artes. Lo que me llegaba era que el pop era una mirada banal sobre lo que era supuestamente el arte, una propaganda barata del arte. Tenía comentarios muy malos. Como que los pop eran unos locos que hacían cosas y todo ese imaginario alrededor de los años sesenta. 

Como que el arte no puede ser divertido…

Justamente, para mí, el arte no pasa ni por la flagelación ni por la seriedad, ni la formalidad. Cuando el arte empieza a ser solemne me aburre. 

Hay un tono de crítica a la posición supuestamente vanguardista que se da en todas las épocas.

El costado que no me gusta de ninguna propuesta artística es cuando se encierra en sí misma y se vuelve hermética, al punto de no permitir expandirse más. No quisiera meterme con la idea de lo popular y eso, pero creo que es más bien una decisión del artista, adónde quiere que llegue a qué público. Y todo eso está en la obra. 

Cuando cierra el Di Tella, varios artistas se van o deciden alejarse de la actividad artística, y después de alguna manera vuelven.

Son cosas que se repiten. A veces los finales de algo son parte de la misma propuesta, y está bien que así sea. Para mi el mejor camino a la creatividad es la vulnerabilidad. Si uno está permeable constantemente con lo que está alrededor, es todo más interesante.

POR LAURA BATKIS