Liliana Porter – Galería Ruth Benzacar

Nº15, enero – marzo 1995.

La Galería Ruth Benzacar exhibió, durante el mes de octubre, un conjunto de trabajos de Liliana Porter. Nacida en Buenos Aires en 1941, Porter reside en Nueva York desde 1964. Hoy, es una de las artistas más destacadas dentro de la plástica nacional e internacional como una notable representante de la producción latinoamericana.

En sus obras, plantea juegos entre lo real y lo imaginario con una técnica impecable que combina el acrílico, el collage y la serigrafía. Lo verdadero y lo falso se conjugan en una serie de juegos conceptuales, que evocan una cierta familiaridad con los acertijos del lenguaje del surrealista René Magritte, a quien la artista considera como un referente importante en la elaboración de su poética. Porter construye sus obras componiendo la imagen sobre una mesa de su estudio neoyorquino. Es el momento previo a la ejecución, en que ella junta y yuxtapone, de una manera ecléctica, los elementos que poblarán sus cuadros. Es la etapa en la que elije algunas de las postales que ilustran cuadros de la historia oficial del arte, que son los que integran su esfera personal de intereses, de influencias y de artistas que, de alguna manera, fueron delineando la trama de su estética. Junto a estas imágenes, agrega objetos, juguetes, adornos y souvenirs de su mundo privado. Algunos se reiteran en la mayoría de sus obras, como la imagen de un barco, memoria de exilio y metáfora del viaje. Como una escenógrafa, arma y monta la escena donde va a transcurrir su propia representación. Luego procede a fotografiar el conjunto, que posteriormente es llevado a la tela o al papel en una operación tautológica que combina la técnica mixta de la impresión, el collage y la pintura.

El significado de su obra surge de los elementos que la artista selecciona para armar este rompecabezas. En él, conviven con absoluta indiferencia íconos portadores de un contenido social duro, como la imagen del Che Guevara, con otras formas de la anticultura y de los íconos de la publicidad y de los medios de comunicación masiva: el Ratón Mickey y el Pato Donald, entre otros.

Lo banal y lo real se mezclan en una trama donde las aparentes contradicciones se diluyen. Un juguete verdadero, otro pintado, una repisita pegada en la tela, todo comparte la misma existencia, como en los discursos actuales del arte, en los que proliferan teorías y cuestionamientos que acaban apareciendo, como otros valores, en la frase misma de la circulación y del consumo.

La obra de Porter problematiza la estetización generalizada que hoy promueven los productos de la subcultura, sus estrategias de simulación y de seducción, y la introducción de lo no artístico en el campo de lo estético. Con una manera pausada, que apela al silencio y a la introspección, Porter trabaja con una actitud analítica bipolar, la polaridad de la seducción visual con la resolución formal de la “bella apariencia” y la reflexión teórica de raigambre conceptual, en una atmósfera de gran intensidad poética.

POR LAURA BATKIS