La Memoria del Ciudad – Banco de la Ciudad de Buenos Aires

Prólogo del catálogo de la exposición del patrimonio artístico del Banco de la Ciudad de Buenos Aires, Centro Cultural Recoleta, Buenos Aires, 1999

Con esta cuarta exposición del patrimonio artístico y cultural, el Banco de la Ciudad de Buenos Aires intenta demostrar una vez más, su apoyo permanente a las artes más allá de las actividades financieras. Es indudable que la historia del arte es también la historia de los grandes mecenas. La iglesia en la Edad Media, los banqueros del renacimiento como los Médicis, bajo cuya protección fueron realizadas algunas obras de Miguel Ángel, o los inventos de Leonardo da Vinci financiados por el duque de Milán, Ludovico Sforza. Actualmente, el rol del mecenazgo está básicamente vinculado con el sponsoreo empresarial y el coleccionismo fomentado por las instituciones. La colección del patrimonio cultural es una tarea que comenzó con la creación del establecimiento pignoraticio, cuando abrió sus puertas como el Monte de la Piedad de Buenos Aires el 23 de mayo de 1878. Con la ampliación de las operaciones financieras en 1963, el Ciudad se convierte en un banco comercial, aunque manteniendo la actividad pignoraticia a la que debía su fundación. Son constantes los remates especiales, que intentan activar el mercado para revalorizar el arte argentino como una vía posible de inversión sólida. A esta actividad, se suma la formación de la pinacoteca y el apoyo a manifestaciones en diversas áreas de la cultura. 

Dado que no hay un lugar específico como un museo para albergar las obras, éstas se hallan ubicadas en distintas salas de la casa matriz de la entidad. Es por ello que la política del Banco es sacar el patrimonio a la vista de todo el público para que pueda ser apreciado masivamente en su conjunto. Las anteriores muestras fueron realizadas en 1990, 1992 en el marco de la Expo América y en 1996 como agasajo a los representantes del BID. La colección completa abarca 128 obras que fueron adquiridas desde la fundación de la entidad. No hay una línea medular que unifique el conjunto, porque el criterio de selección fue variando de acuerdo a la gestión de cada nuevo presidente. El grupo de obras más completo se compró durante la primera presidencia de Saturnino Montero Ruiz (1966-1971) quien, con el asesoramiento del crítico de arte Miguel Briante, priorizó la compra de los cuadros que integran la década del ’60. Posteriormente, Armando Blasco empezó a incorporar a las nuevas generaciones, gestión que prosigue con Horacio A. Chighizola, el actual presidente. Desde diciembre de 1997 el Banco apadrina a la sala C del Centro Cultural Recoleta mediante un convenio que le permite realizar cuatro muestras anuales coordinadas por Juan Carlos Álvarez (Jefe de Relaciones Públicas) y adquirir por donación una obra del artista para seguir incrementando el patrimonio. Desde entonces, en esta sala se montaron las muestras de Roberto Plate, Juan del Prete, Luis Scafati y Jorge González Perrín. 

Este evento marca la última salida del patrimonio de este siglo. Ana van Raap, curadora de la muestra, seleccionó 30 obras que funcionan como la memoria del ciudad, “una selección que a las jóvenes generaciones le pueda servir como un legado para el próximo milenio, con trabajos que ofrecen una lectura abierta que resisten la mirada crítica de nuevas interpretaciones”. 

Teniendo en cuenta la pluralidad de lenguajes de esta colección, el criterio curatorial ha sido unir todas las historias individuales bajo un orden cronológico.

El conjunto ofrece un panorama variado de las distintas tendencias del arte argentino del siglo XX. El eclecticismo que caracteriza la generación del ochenta está presente desde el naturalismo lumínico del paisaje de Fader, pasando por un notable cuadro de género histórico de Alice –que representa a San Martín de Boulogne Sur Mer- hasta el óleo de Thibon de Libian, más próximo a una modernidad antiacadémica de tono intimista.

El lugar destacado que el Banco le ha otorgado a la Nueva Figuración está marcado por obras de cada uno de los integrantes del grupo: Luis Felipe Noé, Rómulo Macció, Ernesto Deira y la “Psicosomatización” de Jorge de la Vega, un acrílico en blanco y negro de 1967, con la iconografía plana de las ilustraciones norteamericanas que caracterizan a su último período. Una estructura Madí de Gyula Kósice y un objeto lumínico de Julio le Parc aluden a las experiencias con luz, agua y movimiento del arte cinético.

Las obras de Clorindo Testa, Alfredo Hlito, Josefina Robirosa y Kenneth Kemble esbozan las diversas modalidades de la pintura abstracta, en su variante de superficies tenues y sensibles hasta la geometría objetiva de borde neto del cuadro de Kemble.

La selección de esculturas abarca el simulacro arquitectónico de un pórtico de yeso de Norberto Gómez, una pieza de cerámica de Vicente Marotta, el barco con reminiscencias arcaizantes de Hernán Dompé y la estructura en hierro de Juan José Mosca.

El “Ombú” de Nicolás García Uriburu y la “Figura de animal” de Luis Benedit son trabajos de los inicios de ambos artistas, con una figuración gestual derivada de la pintura informalista. 

El expresionismo realista del cactus de Schvartz y del “Pajarraco” de Pino están junto a las adquisiciones más recientes de Scafati y González Perrín. La selección se completa con las obras aisladas de Roberto Aizenberg, Marta Minujín, Leopoldo Presas, Juan del Prete y Carlos Alonso. 

La memoria registra las huellas de un pasado que intenta resguardar del olvido. Si la vida comunitaria supone y genera valores, sentimientos y experiencias comunes a los miembros de un pueblo, entonces la identidad de un grupo social puede ser entendida en términos de lo recordado. La Memoria del Ciudad es un recorte parcial y selectivo de un patrimonio cultural que nos pertenece.

POR LAURA BATKIS