Buenos Aires, 9 de diciembre de 1998. Año 2 – N° 75.
A los 37 años se ha convertido en un mito viviente de la pintura argentina. Misterioso y próspero, el libro Guillermo Kuitca, conversaciones con Graciela Speranza intenta explicarlo.
Guillermo Kuitca es uno de esos típicos casos nacionales sobre los que todos opinan pero cuya obra pocos conocen realmente. A los 37 años se convirtió en un mito viviente. Varios aspectos justifican este calificativo. El “joven Kuitca” realizó su primera muestra individual con apenas doce años, es el artista argentino vivo mejor cotizado en el mercado internacional y sus obras lograron cifras récord en las subastas de Nueva York: 156.500 dólares por El Mar Dulce (en 1995), y 107.500 dólares por otro de la misma serie, que fue a parar al acervo de Amalia Lacroze de Fortabat en 1997.
Su historial personal también es llamativa: casi no asiste a inauguraciones, no expone en el país desde hace doce años e intervino en las muestras más importantes del mundo, entre ellas la Documenta IX de Kassel en Alemania, la exposición en el IVAM de Valencia, la Bienal de San Pablo y la londinense Whitechapel Art Gallery. Tampoco es simple comprar su obra en Buenos Aires, porque Kuitca no tiene una galería local. No solamente hay que disponer, al menos, de 60 mil dólares (valor estimativo de la cotización promedio) sino que se debe acudir únicamente a Sperone Westwater, la prestigiosa galería neoyorquina, representante exclusiva del artista en todo el mundo (o esperar que alguna de sus piezas se subaste en los remates internacionales de Christie’s y Sotheby’s). En definitiva, para ver su obra sólo hay dos opciones: viajar al exterior tras su itinerario o acudir a la casa de algún coleccionista local que tenga sus cuadros.
EL CAMINO DEL ÉXITO. La historia de Guillermo Kuitca fascina porque tiene todos los ingredientes que acompañan el éxito y la fama. La pregunta fundamental es: ¿cómo hace? En el medio artístico, las opiniones van desde las de sus mayores enemigos (que lo tildan de estratega y especulador) hasta las loas de sus más fieles seguidores, que defienden su obra como propia de un talento excepcional. Para otros, es simplemente un fenómeno del mercado del arte, que tiene reglas independientes a la calidad estética.
Por ejemplo, para el artista plástico Duilio Pierri “su éxito se debe a que entró en el mercado internacional, y esto es una evidencia de que el mercado argentino casi no existe”. “Eso lo noté en carne propia –comenta-. Cuando vivía en Estados Unidos empecé a levantar los precios hasta seis mil dólares, pero después dejé mi carrera internacional de lado por cuestiones personales y la cotización quedó así. Pero si sus cuadros los expone Sperone deben ser de buena calidad, ya que es una galería de primer nivel. La verdad, a mi me parece admirable lo que hizo Kuitca: es un genio de los negocios y me encantaría que se convirtiera en mi galerista, porque evidentemente es un trabajo que hace muy bien.”
CABALLETES Y DÓLARES. Kuitca surgió en los 80 con el llamado “retorno a la pintura” que se dio en todo el mundo a partir de la transvanguardia italiana. En el ámbito local, un grupo de artistas retomó la tradicional pintura de caballete con una imagen nueva, expresionista y retórica. Kuitca compartió ese proceso junto a sus coetáneos Martín Reyna, Duilio Pierri, Marcia Schvartz y Alfredo Prior. Hay una marca registrada en toda su producción que recorre sus imágenes, pobladas de camas, plantas de departamentos, coronas de espinas y teatros. Un enigma que se empeña en atrapar al espectador en una atmósfera de soledad y nostalgia.
Jorge Helft, presidente de la Fundación San Telmo y principal coleccionista argentino de obras de Kuitca, opina que “en el ‘fenómeno Kuitca’ prima, ante todo, el talento. Y esto es reconocido por la mayoría. Aquí se juntan dos factores muy importantes: es el mejor artista de su generación y también el que mejor supo manejar su carrera. Por otro lado, es terrible que Kuitca no exponga en Buenos Aires desde hace tantos años, y esto se debe a que nadie fue capaz de ofrecerle las condiciones que le dan en otros lugares del mundo. Esto es una vergüenza. Hay que recordar que es la primera vez en la historia del arte argentino que un artista vivo, radicado en su país, tiene un éxito mundial y un reconocimiento del más alto nivel”.
¿Pero qué dice el principal interesado? Según el propio Kuitca, en su éxito no hay ningún misterio. “Con respecto a los precios de mis obras, hay muchos artistas de mi generación en distintas partes del mundo que tienen carreras similares a la mía. Lo que pasa es que mi referente no es estrictamente local, no es Buenos Aires, sino que es mucho más amplio. Mis referencias van desde Bacon y Picasso hasta los artistas jóvenes con los que yo trabajo en las becas. Trato de no meterme, de no empujar mi obra ni empujarme a mí y estar únicamente concentrado en mi trabajo. El fantasma que vuela sobre la estrategia es la idea de pensar un poco ingenuamente que uno puede hacer algo por su carrera en términos concretos. Pero el mundo del arte es tremendamente sofisticado y esquivo. La obra tiene una independencia, un recorrido que no está unido necesariamente con la carrera profesional…”
POR LAURA BATKIS