Los pequeños gestos – la exposición que Pablo Suárez no llegó a hacer

Suplemento cultural Radar del diario Página 12. Buenos Aires, 23 de abril de 2006. (Suplemento completo dedicado al artista Pablo Suárez por su fallecimiento).

Durante los 3 meses que Pablo estuvo internado en el Hospital Durand, mantuve con él la misma relación que entablamos durante los últimos 10 años: amigos y cómplices. Pablo me contaba sus obras, yo empezaba a bocetar el prólogo hasta que él realizaba sus esculturas, que siempre eran igual al modelo que me iba imaginando. 

La muestra que Pablo me contó, y que pensaba realizar cuando saliera del hospital, era una serie a partir de un cuadro que expuso en su última muestra en el Centro Cultural San Martín, en abril de 2005. Aquella muestra se titulaba Serenamente andando, y allí Pablo quiso cambiar el tono de su discurso. En el prólogo –su último texto– confesaba: “Esta serie de pequeñas témperas ha sido planteada desde el placer de recuperar situaciones y paisajes que quedaron en mi memoria, y pintarlas sin pretensiones fue mi principal objetivo. No aspiran a ser críticas ni provocativas”. La muestra que Pablo me contó se llama Beau Geste (“Bello Gesto”), realizada a partir de una de las témperas de aquella exposición que ilustra la tapa del catálogo. Me dijo que quería volver a pintar, con óleo, dibujo, témpera, porque su mensaje era urgente y no tenía el tiempo más demorado que exige la escultura. Serían obras de gran tamaño. “Ya van 10 –me decía–, las tengo en mi cabeza”, hasta que llegó a pensar 15 obras. Los colores serían fuertes, azules, como los de Gramajo Gutiérrez. Pablo empezó en este último año a cambiar el tono. El tema de la muestra que Pablo me contó era la solidaridad del trabajo cuerpo a cuerpo, los pequeños actos cotidianos de gente anónima, realizados sin ningúna otra intención más que el bello gesto de la ayuda solidaria y desinteresada. “El hospital me da muchas ideas”, me decía, y estaba un poco cansado de la denuncia mediática tan común en estos tiempos. En esta muestra quería expresar su convicción de que la identidad personal se conforma por el afecto de los amigos que ensanchan nuestro mundo. Darle de comer a alguien que no tiene quien lo visite era un posible cuadro, prestarle el diario al compañero de la sala, llamar por teléfono a un amigo para saludarlo. “El pequeño tema”, me decía. También quería escribirle una carta personal a León Ferrari, no me la quiso dictar, la quería escribir personalmente. Desconozco el contenido de esa carta pero intuyo que León la puede imaginar. 

Pablo nunca se bajó del ring, y resistió hasta el final con mucha dignidad. Me pidió que no estemos tristes porque en su intensa vida dijo siempre lo que pensaba y se dedicó a lo que amaba, el arte. Una semana antes de su partida me pidió que por favor lo llevara a su casa, porque quería ponerse a pintar. 

Testimonio de Miguel Harte, sobre Pablo Suárez. 30 de abril de 2006

Yo tendría 12 años en Villa General Belgrano. Me recuerdo con mi madre sentados en sillones de madera bajo un enorme ciprés y Pablo nos leía “Los tigres de la Malasia”, alterando y dramatizando el texto. Disfrutábamos como locos. Siempre fue un seductor tremendo, imparable, nos hacía morir de risa. Ella se enamoraba perdidamente. 

Otras veces nos reíamos de él- sin que lo supiera- como cuando alrededor del año ‘77 Pablo llegaba de Buenos Aires por primera vez a un campo que habían comprado con mi viejo en las sierras grandes de Córdoba. Y quién sabe si para mostrarnos su buen estado atlético o por qué motivo, prefirió ir corriendo 15 kilómetros al lado del jeep con el que habíamos bajado de la sierra a recogerlo. 

Y lo hizo. No me acuerdo cuánto duró, pero sí su aire concentradamente distraído. 

Hasta hace algunos años se lo escuchaba contar lo bien que se corta el vidrio con una simple tijera, cuando está sumergido en el agua. Y lo repetía sin problemas. 

Era maravilloso, no le importaba nada. Le encantaba hablar, fabular, exagerar, se valía de todo para mantener al otro atrapado. 

Va aquí mi homenaje a quién fue y seguirá siendo tan importante en mi vida. A Pablo, que tuvo la dignidad para mirar siempre adelante, nunca quejarse ni quedarse con el pasado, ni con nada. Mirando  siempre  hacia lo que viene, por su cuenta. Siempre muy con su alma, por sobre todas las cosas, su sueño, el diseño de su propio ser. 

Chau, 

Miguel. 

POR LAURA BATKIS