Marcia Schvartz

Museo Eduardo Sívori (Buenos Aires). Noviembre de 2006. Nº 227.

La muestra Joven Pintora de Marcia Schvartz (1955) abarca diez años en la producción de la artista, desde el período previo a su viaje a Barcelona hasta los años de exilio (1976-1983) y su regreso a la Argentina. De ahí el título de la muestra, pues en sus comienzos cuando la artista define el estilo que la caracteriza. Y también la JP, que aluden a su militancia política en la Juventud Peronista. Schvartz estudió con Aída Carballo, Ricardo Carreira y Luis F. Noé. Su obra se inserta en el realismo expresionista que tiene la crudeza de Lucian Freud, combinado con el tono popular del grotesco y la parodia que en la Argentina se asientan en la obra de Antonio Berni y Pablo Suárez. Durante su exilio, fue fundamental su contacto con el fotógrafo Humberto Rivas, quien la ayudó a comprender la idea del retrato como género, y entonces conoció la obra de Diane Arbus. Se encerró en el barrio Gótico y empezó a realizar estos retratos que son como radiografías del alma de los años duros. Mediante la observación aguda de su entorno, describe con un expresionismo incisivo los personajes que circulan por su vida transitando la reciente “movida española”. Octavi, su entrañable amigo catalán, melancólico y abatido moralmente por años de franquismo; Paula, Claudita y otros argentinos errantes buscando un destino incierto; como Rulo, percusionista de rock, Bebeto, Gol de Boca  y el arquitecto y pintor Luis Frangella. Schvartz se compromete con el modelo en una actitud visceral, resaltando con una crudeza despiadada la sordidez salvaje de la condición humana. Documenta una realidad marginal que prosigue cuando vuelve al país y se encuentra con el fervor inicial por la restitución de un gobierno democrático. En Schvartz encontramos  la divina decadencia del “under” de una época, poblado de travestis, actores, escritores y de aquellos personajes que evidencian las marcas de una enfermedad nueva, con la delgadez extrema de sus cuerpos consumidos, el rostro como una mueca congelada y una especie de tensión interior en el vacío insondable de la mirada ausente. 

Esta exposición es una Memorabilia, un disparador que habilita la facultad de evocar la insondable tristeza de los que se fueron. 

POR LAURA BATKIS