Más de setenta mujeres artistas homenajean a Raquel Forner con una enorme exposición

12 de Julio de 1998.

La megamuestra Mujeres, que a partir del 16 de julio ocupará todas las salas del Centro Cultural Recoleta, pondrá a prueba el talento artístico específicamente femenino.  Para ello, 16 curadoras seleccionaron a 77 artistas, desde las más conocidas Marta Minujín y Josefina Robirosa hasta jóvenes principiantes. Convocatoria que acompaña a una exposición central de la gran pintora Raquel Forner (1902-1988), según la perspectiva curatorial de Guillermo Whitelow. Cita de honor.

En el debate intelectual contemporáneo se impuso la idea de “diferencia” para analizar hechos culturales, basándose en la subjetividad del individuo en tanto percibe la naturaleza según sea la relación y perspectiva que elija. Así es como se amplió el espectro para dejar entrar a grupos tradicionalmente marginados como los homosexuales y las mujeres, que empezaron adquirir presencia públicamente últimamente.

Es obvio que cada enunciado emitido por alguien está teñido por la educación y la biología de cada sujeto, porque es imposible escapar de la propia naturaleza psicofísica. 

Encasillar el arte según categorías sexistas o raciales puede parecer “de avanzada” a primera vista, pero se corre el riesgo de quedar atrapado en una visión simplista de la historia personal, como si se tratara de un fichero de identificación policial. 

Si se considera que la mayor parte de las muestras estuvieran simple eras por varones, la Argentina no fue ajena al marginamiento femenino del mundo del arte. En este sentido, la exposición Mujeres es un acto reivindicatorio del género sexual. 

La retrospectiva de Raquel Forner se inicia con Barcas, un cuadro realizado en Buenos Aires durante sus años de aprendizaje en la Academia Nacional de Bellas Artes. En 1929 Forner viajó a estudiar a París, donde estuvo dos años y asistió al taller de Othon Friesz, por donde pasaban los artistas argentinos de aquella época. Allí se vinculó con el Grupo de París, integrado, entre otros por Berni y el escultor Alfredo Bigatti, con quien se casó en 1936.

En 1932 fundó los primeros Cursos Libres de Artes Plásticas del país, junto con Bigatti, Guttero y Domínguez Neira en el edificio del Pasaje Barolo. Si bien en sus primeras pinturas usó colores estridentes y altamente saturados, hacia fines de los años ´30 su paleta a cambió.

Con rasgos macizos, pintó figuras femeninas que protagonizaron escenas con una monumentalidad constructiva de carácter escultórico. Su estilo evidencia los aportes de la pintura del prerrenacimiento italiano, como la solidez estructural de Piero della Francesca, junto a rasgos característicos del lenguaje de los movimientos modernos, como la figuración poscubista y la pintura metafísica de Carlo Carrá y Giorgio de Chirico.

La Guerra Civil Española y la Segunda Guerra Mundial fueron decisivas es una postura crítica frente los acontecimientos de esa época. Sus trabajos denotan un dramatismo desgarrador que denuncia el destino de la humanidad confrontada con una catástrofe apocalíptica. Las alegorías sobre la guerra se asocian en su obra con mujeres con cuerpos ramificados, en actitud sufriente, y en algunos casos metamorfoseados en piedra. 

En 1964, al fallecer su marido, Forner inició su “serie espacial” con una iconografía fantástica de astronautas, seres astrales y mutantes andróginos que integran lo terrestre y el espacio cósmico. Y cambia la técnica y vuelve a usar el estridente colorido de sus inicios, con un tratamiento gestual de la materia y grandes empastes.

Es una propuesta optimista de gestación de un hombre nuevo, como le expresaba la artista poco antes adiós: “El hombre, en su afán de verdad, deja hoy la Tierra en busca de otros mundos y así, con una visión distinta de su planeta que ha visto minúsculo, perdido en la inmensidad del espacio, comprenderá en ese pequeño mundo todos los que lo habitan son hermanos”.

La inauguración será el 16 y la muestra durará hasta el 9 de agosto, en el Centro Recoleta. 

POR LAURA BATKIS