Prólogo del catálogo de la exposición de Miguel Harte en el Centro Cultural General San Martín, Sala 1. Buenos Aires, abril de 2005
![](https://www.laurabatkis.com.ar/wp-content/uploads/2024/02/Mundo-Harte-–-Miguel-Harte.-_Bello-gesto_-2005-tempera-sobre-papel-50-x-70-cm.jpg)
Miguel Harte es un inventor de mundos paralelos, con rasgos particulares de un planeta privado. Irrumpió en la escena porteña como un Pollock del subdesarrollo con una técnica novedosa y personal: el uso del Martilux, derramado sobre enormes soportes de madera. El esmalte sintético se dispersa creando formas acuáticas de carácter orgánico que el autor observa entre el control y el azar. Después le agrega inclusiones en resina transparente con personajes minúsculos moldeados en caucho de silicona que conforman extrañas escenas. Todo un mundo de lujo barato y pátinas lustrosas articulan su estética galáctica de una notable belleza nueva y diferente. Las escenas de sus obras parecen batallas en las que hay formas tentaculares que intentan devorar a pequeños personajes y remolinos como lava volcánica a punto de chuparse la tierra toda en un cataclismo. Algunos cuadros parecen brillar como lagunas de otro planeta, dándole respiro a los pensamientos del artista. Como esa paz inquietante previa al desenlace de la catástrofe.
Diluvios, erupciones, rompimientos, explosiones. Ese es el Mundo Harte, como las series de televisión en blanco y negro con monstruos y viajes por el túnel del tiempo.
En otras obras la escena tiene rasgos de un erotismo fatigado con la divina decadencia de una sexualidad voluptuosa, donde relatos y paisajes asoman del interior de una superficie tajeada, árida y desértica. Espesas gotas que están a punto de caerse, ramas que parecen chorros eyaculatorios y orificios.
En el Mundo Harte hay olor a parque de diversiones, a hotel alojamiento, a plantas de plástico en peceras con piedras de colores. También hay lámparas con estructuras biomórficas y bolas de vidrio como los muebles que decoran la psicodelia típica de las discotecas de barrio.
Los dibujos con personajes metamorfoseados entre hombres e insectos tienen rasgos de las series de ciencia ficción, en paisajes orgánicos que se derriten y chorrean, creando una iconografía personal que por momentos remite a El Bosco, a las gárgolas medievales y al cine clase B. En los cuadros con poliéster el artista abolla la superficie y la pinta con colores opacos y satinados, atrapando al espectador con la sensualidad aterciopelada del material que pide ser tocado.
El Mundo Harte comparte el territorio de la revulsión y el deseo, esa zona donde la belleza y el horror se complementan en una perfecta armonía.
POR LAURA BATKIS