Prólogo del catálogo de la exposición de Roberto Elía en la Galería Ruth Benzacar, 1990.
Aleatorio: de latín alea, que significa dados. Afirmación de nuestra línea inter dependencia con un universo que es red libre, movediza, aleatoria, de relaciones. El artista concreto a las técnicas necesarias para captar esas energías. Esta actitud exige un rigor absoluto, una disciplina que consiste primeramente en el hacer “hacer el vacío a uno punto”.
Michel Gall, I CHING. La Biblia China.
La producción de Roberto H. Elía, que puede incluirse en el ámbito del arte objetual, se articula sobre la base de un complejo sistema en el que se entrecruzan rasgos míticos-intuitivos, símbolos y alegorías de un universo de tradición hermética.
Sus objetos se definen a partir del encuentro fortuito de ciertos elementos con los que establece una relación poética, donde lo aleatorio es determinante en la conformación de sus imágenes. Materiales triviales y cotidianos, como broches de ropa, cañas de bambú, fragmentos de textos, reaparecen en forma recurrente en sus trabajos.
Para Elía, el arte es un medio de conocimiento, una vía de acceso; y los recursos de la cábala, su particular interpretación de lo oriental y el budismo zen, son utilizados como pretextos válidos para elaborar sus discursos con referencia alquímicas.
Su interés por indagar las posibilidades formativas de su repertorio sígnico-objetual, se afirma en la experimentación de sustancias y en obras producidas con extraños procesos. Con el pincel embebido en cloro, dibuja en negativo sobre el papel previamente entintado, de modo que el blanco de la línea se va revelando como aparición de la luz. Es la misma luz que se generaba al grabar la imagen de la rayuela sobre el negro de la pizarra. Estructura mandálica, punto de encuentro entre lo sagrado y lo profano, el diagrama de la rayuela- que en forma obsesiva se reitera en su obra-, funciona como un arquetipo a partir del cual inventa sus jeroglíficos.
Elía se ubica en el mundo en una actitud reflexiva. Crea vínculos diferentes entre las cosas, entreteje los hilos invisibles y rescata su dimensión poética. Nos sugiere detener la rueda para percibir los objetos que comúnmente nos rodean, pero que no vemos.
POR LAURA BATKIS